Hace 26 años un estudiante de la Universidad de Columbia en Nueva York llamado
Barack Hussein Obama, conocido entonces como Barry, escribió un artículo que tituló
Breaking The War Mentality (Cómo acabar con la mentalidad de guerra) del que se desprende que apoyaba decididamente el movimiento del Congelamiento Nuclear (
Nuclear Freeze), movimiento pacifista, entre muchos de la época, que resultó ser el más equivocado de la era de la Guerra Fría. La historia se encargó de demostrar finalmente lo errónea que era la idea de que un congelamiento de las armas nucleares era la mejor manera de evitar una confrontación con la Unión Soviética. En aquella pieza rescatada, escribía Obama: “Las evasivas de la administración Reagan en las conversaciones de Ginebra sobre armas nucleares han creado una grave tensión que puede finalmente conducir a un peligroso cisma entre los Estados Unidos y Europa Occidental. Al colocarse en una posición intransigente, Reagan le hace el juego a los rusos y se pone directamente en sus manos”. La historia, como decíamos, demostró algo muy distinto. La estrategia del Presidente
Reagan de colocar los cohetes Pershing en Europa hizo más que ninguna otra cosa en el período para terminar la Guerra Fría y demostró que el concepto de
Nuclear Freeze era totalmente erróneo.
Ahora, aquel estudiante apodado Barry es el Presidente de los Estados Unidos y en estos días viajó a Moscú buscando anotarse un tanto en política exterior después de quedar tan mal con la represión en Irán y más recientemente con su apoyo al Castrochavista depuesto presidente de Honduras Manuel Zelaya. Que fuera o no un logro real no era lo más importante para él, así que se lanzó en búsqueda de un espejismo que parezca un logro, sin importarle que ello implique un alto costo para la seguridad de los Estados Unidos. De ahí que en estos dos días, hayamos sido testigos de toda una serie de ceremonias de firma de acuerdos en el Gran Salón del Kremlin en las que no han faltado rimbombantes discursos por ambas partes y en los que quien es el máximo responsable de nuestra seguridad ha tratado de convencernos de que los Estados Unidos han salido beneficiados de todo este aspaviento y pompa moscovita con tufo a 1812. Pero la realidad es que eso no es cierto y lo peor de todo es que él lo sabe, pero no le importa. En definitiva esa es la filosofía de “The Chicago Way”, que tanto provecho le ha representado, tanto que gracias a ello vive en el 1600 de Pennsylvania Avenue en Washington, DC.
No se dejen engañar por su retórica vacía: En Moscú no hemos conseguido nada de importancia y sin embargo el Gobierno de
Vladimir Putin, nominalmente sólo Primer Ministro, pero en la realidad el poder real, obtuvo prácticamente todo lo que deseaba. No presten atención a toda la agenda de relleno que habla de salud pública, ni del sinsentido que representa el rimbombante “documento marco para la cooperación militar”, que dicho sea de paso no es la primera vez que lo hemos firmado con Rusia y ellos, al final, siempre lo han ignorado. Lo que realmente se decidía en el Kremlin era el control de armamentos. Y Obama iba dispuesto a concederle a los rusos lo que pidieran, porque la verdad es que su posición ideológica ante las armas nucleares no ha cambiado esencialmente desde que era Barry, aquel estudiante universitario que una vez escribió un artículo que tituló
Cómo acabar con la mentalidad de guerra. Como entonces hoy, a él no le importa que esas armas fueran la garantía de la paz entre las grandes potencias durante 64 años, su ideología sigue siendo la misma que refleja aquella mentalidad del pensamiento pacifista convencional que culpaba de todos los males a un supuesto “complejo militar industrial” que como Gobierno Fantasma dominaba todos los aspectos político económicos de los Estados Unidos y del que Reagan no era más que una marioneta.
De manera que no debe extrañarnos que estuviera de acuerdo en recortar una tercera parte de nuestro arsenal de cabezas nucleares y lo que es más peligrosos aún: reducir los sistemas que portan esas cargas nucleares. De hecho, a los rusos no les importaba mucho la cantidad de cabezas nucleares en nuestro arsenal. Lo que realmente ellos buscaban y consiguieron, era que los Estados Unidos aceptaran limitar la cantidad de bombarderos, submarinos y misiles con capacidad nuclear y por lo que hemos podido conocer quedaríamos con unos 500 de esos sistemas con esa capacidad, si los rusos, como hasta ahora, logran obtener lo que se proponen en las negociaciones finales.
Como
Brezhnev y la nomenclatura soviética de entonces, Putin y su marioneta
Medvedev saben perfectamente que los Estados Unidos no van a iniciar una guerra nuclear contra Rusia, lo que el Zar ruso persigue es destruir nuestras capacidades “convencionales” para desarrollar operaciones militares en cualquier parte del mundo y quiere reducirlas hasta el nivel actual de las fuerzas rusas.
Ello representa un grave peligro para nuestra seguridad; ya que muchos de esos sistemas con capacidad nuclear, como los bombarderos y los submarinos, tiene una doble utilización: Un bombardero B-2 puede lanzar bombas nucleares, pero se emplea más frecuentemente como portador de armas convencionales, pero esto parece no importarle mucho a Obama, el Pacifista. Como hace 26 años, Obama no es capaz de discernir lo que está en juego, que no es otra cosa que limitar nuestra capacidad de respuesta a las crisis internacionales, muy a tono con el nuevo papel que el Presidente quiere asignarle a los Estados Unidos. Hay quien califica de ingenua la política de Seguridad Nacional de Obama, sin embargo nosotros, por el contrario, creemos que fue a Moscú en busca de acuerdos de aspecto pacifista que pudieran firmarse ante las cámaras y le hicieran aparecer como el “ungido” el “Mesias” que nos trae su mensaje de paz, el que por fin consigue lo que los “halcones” de la Guerra Fría no lograron jamás: el Congelamiento Nuclear. Curiosamente, Obama nos lleva a la posición de desarme que en los años 50 propugnaba el Partido Comunista de los Estados Unidos. De ahí que al Presidente Obama todavía le pareciera poco la limitación de nuestro escudo nuclear y expresara su interés en futuras reducciones más amplias del arsenal nuclear.
Pero como si lo acordado no ocasionara ya suficiente daño a la seguridad de los Estados Unidos y del mundo, nuestro Presidente no dejó de mostrar su coincidencia con la posición rusa en relación con la defensa antimisiles. Parece ser que en aras de obtener algo de ellos no le importó entregarles en bandeja de plata a Europa del Este que otra vez estará bajo la esfera de influencia del Kremlin. ¿A cambio de qué? Los rusos, generosamente permitirán que los vuelos transportando tropas y armamentos hacia Afganistán atraviesen el espacio aéreo de Rusia. Sólo un tonto de capirote y Obama no es uno, no vería que lo que pretende Putin es amarrarnos con la dependencia que significaría establecer una ruta de suministro a través de Rusia con lo que quedarían sus manos libres para dominar en Georgia, Ucrania y donde se le ocurra en las ex repúblicas de la otrora llamada democracia popular. Esas que ganaron su verdadera independencia y una sociedad democrática gracias, en gran medida, a un Presidente norteamericano, puede ser que la pierdan gracias a la ideología radical de este Tartufo disfrazado de Demócrata.
Habría que reconocer que en la cumbre de Moscú, cada cual obtuvo lo que deseaba. ¿Casualidad o voluntad?
Claro que llegado el momento de las agresiones de Rusia en sus fronteras, Obama tratará de salvar la cara y Putin se lo permitirá, habrán “severas advertencias”, quizás, no estemos muy seguros, pero lo que sí podemos garantizar es que no moverá un dedo para poner en peligro su nueva línea de suministro. Entretanto, seremos los agentes del Kremlin para la protección de su esfera de influencia en Asia Central. No es poco lo que obtienen los rusos con estos acuerdos. ¿Y nuestro Presidente? ¿Qué obtiene a cambio nuestro Presidente? No poco para algunos: Rusia importará más productos cárnicos de los Estados Unidos, que de todas formas necesitan.
Pero bueno, ¿algo más habrá conseguido después de ceder tanto? Pues sí, algunas generalizaciones acerca de Corea del Norte e Irán, pero ningún compromiso firme. Rusia, que casualmente diseñó muchas de las instalaciones nucleares iraníes, ni siquiera se comprometió a negarle a los Mullahs, los sofisticados sistemas de defensa antiaérea que harán más difícil y costoso en recursos y vidas atacar las instalaciones nucleares de Irán.
Y en el discurso de la marioneta rusa se pudo percibir algo más: Moscú quiere hacerle ver al mundo que Rusia y los Estados Unidos son iguales otra vez, que están al mismo nivel como únicos árbitros de la comunidad internacional, con lo que se revive de nuevo el estatus del Kremlin durante la Guerra Fría, algo por lo que los nuevos Zares sienten una profunda nostalgia.
De manera que hagamos las cuentas. ¿Qué sacamos nosotros que beneficie a nuestra seguridad con estos acuerdos? Nada. Y los rusos, mucho más que carne molida para hamburguesas. ¿Al final quién se puso en las manos de los rusos, Reagan u Obama?
(Hacer clic en la imagen para ver algunos fragmentos del artículo original de Obama en 1983)
NobamaNueva York, 7 de julio de 2009