Mientras
Barack Hussein Obama, satisfacía en Japón, ese su íntimo placer, casi erótico podría decirse, de doblar el espinazo ante la realeza, ya lo había hecho ante el monarca saudita, y cumpliendo sus órdenes, aunque se apresurara en negarlo, el Fiscal General
Eric Holder, anunciaba que
Khalid Sheik Mohammed, el arquitecto del ataque terrorista, de ese acto de guerra criminal que fue el 11 de septiembre y sus cómplices, serían trasladados a Nueva York para ser juzgados en las Cortes Federales como criminales comunes, con los mismos derechos que habrían tenido sus víctimas norteamericanas de haber en vida tenido que enfrentar un proceso judicial. Todo ello sucedía sólo a escasos días en que un terrorista musulmán,
Nidal Malik Hassan, asesinara a 14 norteamericanos e hiriera a otros 30 al grito de “
Alah al Bakr” (Dios es Grande) con lo que se producía en esta década el segundo ataque terrorista en territorio norteamericano y el anuncio de que la Guerra había llegado a nuestro territorio, algo que la administración
Bush había logrado impedir con éxito. Tanto el lamentable discurso de Obama en Fort Hood como el anuncio hecho por Holder demuestran simplemente que Obama y sus acólitos de la extrema izquierda en el poder, se niegan a reconocer que estamos en guerra y, lo que es peor, el regreso a la mentalidad previa al 11 de septiembre, una de las causas principales de aquella tragedia nacional.
En su obsesivo negar la realidad de que ya Islam y terrorismo son prácticamente sinónimos, la administración Obama no duda ni un instante en aumentar el peligro que siempre se ha cernido sobre los neoyorquinos como blanco predilecto de los planes criminales de los islamofascistas y coloca a esta ciudad en el punto de mira central de aquellos que sí están en guerra con nosotros, aunque de forma irresponsable, Obama y la extrema izquierda se empeñen en negarlo.
Khalid Sehik Mohammed y sus cómplices, no sólo reconocieron su papel en el peor ataque terrorista que recuerde la historia, sino que además se vanaglorian de ello. Ellos debieron ser condenados a muerte y ejecutados hace ya demasiados años. Sus acciones fueron realizadas en nombre de una perversa guerra santa contra los Estados Unidos; fueron capturados en territorio extranjero en medio de una región en guerra y además, no son ciudadanos norteamericanos, de manera que no tienen ningún derecho como combatientes enemigos a recibir ninguna protección constitucional. Además, si ya esos cinco terroristas criminales ofrecieron el año pasado declararse culpables ante una comisión militar y aceptar las consecuencias que se derivan de sus acciones, ¿qué sentido tiene traerlos a Nueva York y darles todas las garantías procesales que otorga nuestra constitución como si fueran delincuentes comunes?
La respuesta para nosotros es bien clara: ¡No tiene ningún sentido! Hacerlo no responde al propósito de hacer justicia, ni hacer de nuestro país y la ciudad de Nueva York lugares más seguros, la realidad es que resulta todo lo contrario, es como colocar un enorme tiro al blanco en el corazón de esta ciudad que conocemos y amamos como la Gran Manzana.
La realidad es que lo que persiguen Obama y sus secuaces es convertir ese juicio en un circo mediático propagandístico, porque si ya los autores han confesado, ¿a quiénes se juzgará en ese travestismo de justicia? El propósito no es otro que el de someter a juicio a la administración Bush por habernos mantenido seguros después de los ataques terroristas de aquella mañana del 11 de septiembre. Esos serán los verdaderos reos, que nadie se llame a engaño. A Obama no le interesa la justicia, ni el sufrimiento de las víctimas, ni el riesgo al que somete a esta ciudad ni al país. Como tampoco le interesa la vida de nuestros soldados en Afganistán e Irak.
Es increíble como hay todavía quienes pueden defender esta sucia jugada política de Obama. Khalid Sheik Mohammed y sus secuaces no serán juzgados en Nueva York; se juzgarán las técnicas de interrogación utilizadas y por ende a la CIA y al Presidente Bush. Como enemigos combatientes a ninguno de esos 5 terroristas se les leyeron sus derechos como exige la Ley para los delincuentes comunes. Todo sin contar que, además, será un juicio que tomará años y que costará millones de dólares que serán sacados de nuestros impuestos, sin garantías de que el resultado final sea la condena de estos desalmados, de acuerdo con las leyes que rigen los procesos judiciales civiles. Y hay hasta quien nos dice tener suficientes elementos como para pensar que Obama en el fondo quiere que los juicios fracasen y que las evidencias sean rechazadas por la corte, para así tener más razones jurídicas para llevar a juicio a la CIA y por ende a la administración Bush.
Finalmente, ¿por qué escogió Obama el momento en que viajaba a Asia para que Holder hiciera el anuncio? Porque como ya es costumbre en él huyó hacia adelante, porque sabe que esta decisión no tiene defensa, pero es tan cobarde que ni siquiera tiene el valor de asumir la responsabilidad por sus acciones.
¡Qué vergüenza de Presidente que tenemos!
NobamaNueva York, 16 de noviembre de 2009