viernes, 19 de diciembre de 2008

¿AS SALAAM ALEYKUM? O ¿PODRÁ OBAMA LOGRAR UN DIÁLOGO CON EL ISLÁM?


As Salaam Aleykum es el saludo por excelencia en todos los países árabes el que, por lo general, se acompaña con un estrechón de manos y, en ocasiones, con dos o tres besos alternando las mejillas, después de recibir la respuesta de Aleykum As Salaam.

Y ese es precisamente, el mensaje que Barack Hussein Obama desea enviarle a los musulmanes cuando el próximo 20 de enero tome posesión de su cargo utilizando también su segundo nombre para ello. El Presidente electo ha estado hablando de sostener un diálogo con el mundo islámico, pero hasta el momento no ha encontrado el cómo hacerlo.

En un momento determinado sus asesores valoraron la posibilidad de que sostuviera una cumbre con líderes musulmanes en la Casa Blanca, pero descubrieron que ello era impracticable. Entonces se les ocurrió la “brillante” idea de que Obama asistiera a la Conferencia de la Cumbre Islámica, la cual se reúne cada 3 años. Pero, por razones obvias de ese mundo, esa variante también ha resultado bastante complicada. Ahora el plan es que pronuncie un “importante discurso en una capital islámica”.

Claro hay una pregunta que todos se hacen: ¿Qué es lo que Obama desea expresar con este diálogo? El Presidente electo trató de aclararlo en una reciente entrevista con The Chicago Tribune: “El mensaje que quiero enviar es que seremos inflexibles en la eliminación radical del terrorismo extremista que hemos visto en Mumbai”.

Aquí habría que detenerse y destacar algunos aspectos que se desprenden de esta respuesta. Obama menciona a Mumbai y no a los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, ni ninguno de los otros llevados a cabo por terroristas Islámicos contra objetivos occidentales y no habla de “terrorismo Islámico”, sino de “extremismo terrorista”.

La razón a mi juicio es que no desea incomodar a jefes de estado, clérigos, personalidades y jefes tribales musulmanes, por lo que pienso que ese es el error fundamental sobre el que basa su enfoque. Si el terrorismo que vimos el 11 de septiembre y en muchas otras ocasiones nada tiene que ver con el Islam, ¿qué sentido tiene entonces discutir el asunto con líderes Islámicos y no con los sacerdotes de la religión Yoruba, con el Papa Benedicto XVI o con el Dalai Lama? Pero, por el contrario, si aceptamos que este tipo de terrorismo tiene raíces Islámicas, debía llamarlo por su nombre y no esconderse detrás de eufemismos políticamente correctos, porque eso no es lo que debemos esperar del hombre que ganó la presidencia con el lema de la transparencia y del Cambio. Además, si queremos derrotar al terrorismo Islámico, no queda otro remedio que incomodar a los musulmanes. A los musulmanes moderados hay que decirles claramente que han sido reacios a reconocer la amenaza que sus pares extremistas representan para todas las sociedades democráticas y moderadas del mundo.

Es verdad que no todos los musulmanes son terroristas, pero también lo es que casi todos los terroristas son musulmanes y que no vienen de otro planeta. Los reclutan, entrenan y les dan refugio en países Islámicos, algunos ricos musulmanes y organizaciones caritativas musulmanas los financian, determinados gobiernos Islámicos les proporcionan pasaportes y refugio seguro y los medios de comunicación en la mayoría de esos países, casi siempre controlados por el estado, divulgan los principios en que se sustenta esa ideología terrorista en todas sus variantes.

El Presidente electo parece ignorar que el terrorismo Islámico no se limita sólo a los ataques suicidas contra los “infieles”, sino que también se presenta en una variante destinada a aterrorizar a los ciudadanos musulmanes ordinarios, siguiendo ritos y reglas que no deben tener cabida en la sociedad civilizada.

Obama nos habla de una “oportunidad única de relanzar la imagen de los Estados Unidos”, como si los problemas que afrontamos con el terrorismo fueran la consecuencia de malas relaciones públicas por parte nuestra. ¿Acaso está tan poseído de sí mismo y de sus talentos para seducir a la gente con sus discursos, que cree que con uno solo logrará eliminar la amenaza del terrorismo Islámico, algo que los cinco presidentes que lo precedieron desde 1979 no lograron?

La ambigüedad acerca de su identidad religiosa es otro problema, y no pequeño por cierto, que presenta Obama a la hora de sostener un diálogo con los musulmanes. Para muchos de ellos él todavía es uno de los suyos: Su padre, su abuelo y su bisabuelo fueron musulmanes, así como su padrastro, por lo que de acuerdo con la práctica musulmana él, a su vez, lo es de nacimiento y, por lo tanto, forma parte de la ummah (la comunidad de los fieles). A menos que formalmente reniegue de la fe de sus ancestros masculinos, siempre será considerado un musulmán.

Por otro lado, el Presidente electo merece ser asesorado mejor acerca de la interrelación de la Religión Islámica con la política internacional, por parte de esa enorme Mesa de Pericles de asesores de la que se ha rodeado. Los Estados Unidos se enfrentan a grupos y estados que dividen a la humanidad en bloques religiosos y buscan el dominio de su propio campo Islámico. Obama debe dejar bien claro que esta nación combatirá contra cualquier fuerza que pretenda imponer su hegemonía en nombre de cualquier fe, credo o facción religiosa. Además, a estas alturas, supongo que ya sepa que dentro del Islam existen varios conflictos teológicos y políticos interconectados: Sunitas vs. Chiítas, modernistas vs. tradicionalistas, déspotas vs. demócratas, moderados vs. radicales y así sigue la lista, lo cual en realidad nos demuestra que no existe ningún “Mundo musulmán” homogéneo al que pudiera dirigirse como un todo. En opinión de muchos expertos en el tema, la no existencia de esta homogeneidad en el mundo Islámico es lo que ha hecho fracasar al Panarabismo en su intento de unificar políticamente a los pueblos árabes en todo el mundo.

Cabría entonces hacerse la pregunta siguiente: ¿en qué “capital musulmana” podría Obama pronunciar ese “importante discurso”? Si lo hace en el Cairo, Amman, o en la capital de cualquier otro régimen árabe despótico amigo de los Estados Unidos, ello señalaría el fin del apoyo norteamericano a la democratización del Medio Oriente. ¿Sería Ankara en Turquía un buen sitio? No, porque la mayoría de los turcos desean proteger la tradición secular de su república. ¿Teherán, la capital del Irán Chiíta, quizás? No creo que nadie sensato se lo recomiende, porque ello ocasionaría la ira del 85% de los musulmanes, que son Sunitas.

¿Acaso en Bagdad?, la capital Iraquí sería una buena opción, pero conllevaría a la admisión tácita por parte del Presidente electo de que estaba equivocado cuando se opuso al derrocamiento de Saddam Hussein. ¿Yakarta? Indonesia es una democracia y los antecedentes indonesios de Obama ayudarían, pero Indonesia prácticamente no tiene influencia alguna en el resto del mundo Islámico.

Existe quizás otro lugar hacia el que todos los musulmanes se vuelven para orar y que resultaría aceptable para todos ellos: la Meca. Lo único que se opone a que sea en este sitio es que a los no musulmanes no se les permite entrar a esa ciudad. Obama podría ir, pero sólo si abraza su herencia Islámica y entra solo a la ciudad como exige la tradición, dejando detrás a todo su círculo de “infieles”.

De manera que según nuestro análisis, no existe ninguna salida positiva para que el Presidente electo pueda lograr su propósito de pronunciar su famoso discurso. Quizás si consulta con su homólogo, el presidente del gobierno español Rodríguez Zapatero, especialista en reuniones y organismos inútiles, recordemos su inservible Alianza de Civilizaciones, este encuentre alguna manera de que el futuro presidente Barack Hussein Obama pueda encantar con su palabra al mundo musulmán y acabar así con el terrorismo, que aunque se diga que no es islámico ni islamista, propugna la Jihad y la muerte de los infieles, tal y como aparece en El Corán, libro sagrado que, según los musulmanes, le fuera dictado por el mismo Alah al profeta Mahoma.

Diego Rodriguez-Arche
19 de diciembre de 2008

miércoles, 17 de diciembre de 2008

No demi plíe para Rahm Emanuel

A Rahm Emanuel, el Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, designado por el Presidente electo Barack Hussein Obama, se le conoce por muchas cosas, desde enviarle un pescado muerto, en el mejor estilo mafioso de Chicago, a un encuestador que lo reprendió; hasta por utilizar obscenidades con líderes extranjeros (Tony Blair), o por atacar con cualquier tipo de “arma” a su alcance a cualquiera que se interponga en su camino, pero quedarse tranquilo y callado no es algo por lo que se le conozca hasta ahora.

Esa es la razón por lo que mucha gente vinculada a la política y los medios políticos están intrigados con el hecho de que un hombre notoriamente conocido por su clara tendencia a la guapería y las opiniones directas, ha estado extrañamente quieto y silencioso en el escándalo Blagojevich, especialmente cuando ha sido señalado como alguien que ha mantenido algún tipo de contacto con el Gobernador de Illinois. Y parece ser que para este ex bailarín de ballet, no habrá pirueta o demi plíe (flexión máxima de las rodillas) que lo pueda librar de esta.

Pero Barack Hussein Obama, también se ha mostrado algo impotente a la hora de hablar del asunto. Y para muchos resulta verdaderamente extraño que las veces que ha mencionado o respondido a alguna pregunta sobre el tema, la más vergonzosa muestra del llamado Chicago Way en la corrupción, haya mostrado poca, si alguna, emoción tratándose de su propio escaño en el Senado.

Para no perjudicar a su jefe, Rahm Emanuel está obligado a salir limpio de este asunto y Obama, a su vez, tiene la obligación pública de pedirle que lo haga; especialmente cuando la transparencia y la responsabilidad fueron lemas descollantes de su campaña para la Presidencia.

Pero, ¿qué es lo que realmente sabemos hasta ahora? Que Rahm Emanuel, a pedido de Obama, sostuvo discusiones con Blagojevich en relación con el escaño del Presidente electo que quedaría vacante en el Senado. También que Emanuel entregó al Gobernador una lista de candidatos “aceptables” para Obama. Y aunque esto no es ilegal, sí merece algunas respuestas y muy pronto, si no de inmediato.

El lunes, hablando de su investigación interna, Obama expresó: “Yo no he tenido contacto con la oficina del gobernador y no he tenido contacto con nadie en la oficina del gobernador”. También dijo que la revisión mostraba que el escándalo Blagojevich “no tenía vinculación alguna con mi oficina”. Ayer dijo a un reportero que no “desperdiciara su pregunta” preguntando de nuevo sobre el tema. Lo cual parece algo arrogante a la hora de decir qué debe o no preguntar la prensa o un periodista en particular. En todo caso el Presidente electo debió esperar cortésmente a que el reportero finalizara su pregunta y responderle o no, según su criterio. Eso es lo que se espera de un gobernante democrático. Pero parece que Obama se acostumbró, a través de toda la campaña, a no recibir “preguntas incómodas” de la prensa y pareció molesto ante la insistencia del reportero. Así reaccionan los Castro, Chávez y comparsa, no los Presidentes verdaderamente democráticos. Nuestra recomendación: Acostúmbrese señor Presidente electo, que esa es la libertad de prensa en la democracia y usted está sujeto al escrutinio de la prensa y de los ciudadanos.

Por otro lado, sabemos que Obama es un talentoso artífice de la palabra, es decir alguien que puede hablar mucho sin decir nada y parecer que lo dicho cuenta con un contenido profundo, pero si son ciertas las informaciones de que Obama indicó a Emanuel que conversara con el Gobernador acerca de sus criterios sobre quién sería su sucesor en el Senado, ello demostraría que el Presidente electo no tuvo contacto directo con el Gobernador, pero también que utilizó a su ayudante principal para que actuara en su nombre.

Claro que si no existió quid pro quo (del latín intercambio de algo por algo) en las conversaciones, ello no constituye delito. Pero, ¿por qué no habla Rahm Emanuel? ¿Por qué él y Obama no hablaron antes?

Una nueva encuesta de Rasmussen del jueves y viernes pasado muestra que el 45% de los votantes piensa que es “probable” que Obama, o uno de sus ayudantes principales estuviera involucrado en el escándalo Blagojevich. El 23% dice que es “muy probable”, sólo el 11% dice que “no es nada probable”. No muy buenos números para un Presidente que ni siquiera a tomado posesión.

La investigación interna de Obama puede presentar riesgos graves para el presidente electo, aún si insiste que no hay nada que ocultar ni ilegal. Cuando de a conocer su investigación, Obama debe asegurarse de que no salga algo a la luz más adelante, si dice que no hay evidencia de nada impropio o ilegal. Se especula de que en la oficina de Blagovich existían informantes confidenciales y que las grabaciones ocultas se hacían ya desde mucho antes de los dos meses que conocemos. De ser así, ello aumenta la probabilidad de que existan más alegaciones que involucren a alguien cercano a Obama o a personajes a él vinculados en el pasado.

El tiempo resulta esencial, pero el lunes Obama dijo que su investigación no se haría pública hasta la semana próxima por haberlo así solicitado el Fiscal Federal Patrick J. Fitzgerald, quien está al frente de la investigación del caso Blagojevich. Ello deja aun más espacio a la especulación y sólo puede agravar más la situación para el Presidente electo.

Para alguien que no sólo proclama su inocencia en este escándalo, sino que además se le elogia por haber desarrollado la mejor campaña de la historia, especialmente cuando de la rápida respuesta se trata, sin dudas Obama ha cometido algunos errores de Relaciones Públicas y no está aprendiendo la lección de sus errores. Su deber es liberar a Emanuel de cualquier orden de silencio y pedirle que diga públicamente lo que sabe y que explique de qué forma está involucrado en este escándalo que presenta todas las características necesarias para convertirse en la clásica bola de nieve que al rodar cuesta abajo arrasa con todo lo que encuentra a su paso. No se olviden de que al frente de la investigación Blagojevich está un fiscal incorruptible del tipo Elliot Ness (Los intocables), el que una vez limpiara a Chicago de la escoria. Este fiscal, Patrick J. Fitzgerald, es el mismo fiscal que acusó y obtuvo la condena de Scotter Libby, quien era el Jefe de Gabinete del vicepresidente Dick Chenney.

Otra recomendación al presidente electo: Hable usted antes de que lo haga Blago, si no lo hace puede ser que las cosas, Dios no lo quiera, se le compliquen más de lo que se imagina.

Nobama
Nueva York, 17 de diciembre de 2008

martes, 16 de diciembre de 2008

El verdadero Obama

Nobama recomienda este artículo del amigo Chuck Krauthammer, publicado en Libertad Digital. ¡Revelador!