viernes, 18 de marzo de 2016

La “ilustre” entelequia miente otra vez


En la sección de opiniones del periódico El Nuevo Herald aparece hoy un artículo firmado por la “Junta Editorial” titulado En nuestra opinión: Un juez para el Tribunal Supremo.
Este artículo, como la mayoría de aquellos que firma esa entelequia (no en su acepción aristotélica, sino en la de español llano y directo) anónima de la que nadie sabe quiénes son sus miembros, es un compendio ilustrativo de tergiversaciones, omisiones, manipulación y torceduras de la información, pero además este artículo es también una muestra de cómo estos “entelequiantes” aplican al pie de la letra las 10 Estrategias de Manipulación elaboradas por el activista comunista estadounidense Noam Chomsky, que se supone están diseñadas por el capitalismo para mantener su control social, pero que, o maravillas de la polisemia, es aplicada día a día por los papagayos de los dictadores comunistas como los Castro, otros totalitarios y de algunos que sin serlo todavía aspiran a ello, como Barack Hussein Obama. El único propósito es confundir al lector no informado; para mantenerlo en “la ignorancia y la mediocridad” para que este crea que se comete una tremenda injusticia con un jurista ejemplar y calificado para el cargo y afirma sin ruborizarse que en cualquier otro año el “Juez Garland habría ganado la aprobación inmediata del Senado”. No tan rápido, “ilustres entelequiantes”, solamente las posiciones del Juez Garland en relación con la 2da Enmienda (sin tener en cuenta su posición ante el aborto y la pena de muerte) le impedirían ser aprobado en el Comité Jurídico del Senado, no ya en una votación en la que con seguridad su nominación sufriría la obstrucción (filibuster) de la mayoría Republicana y nunca lograría los 60 votos imprescindibles para llegar a una votación final de mayoría simple.
El artículo trata de demostrar que la mayoría de los Republicanos en el Comité Jurídico estarían de acuerdo con aprobar al Juez Garland y afirman que “los republicanos han elogiado su trabajo y capacidad para el cargo”: he aquí un claro ejemplo de la manipulación en este artículo. En realidad el único Republicano de este Comité que se ha pronunciado específicamente a favor de Garland es Orrin Hatch, de triste historia en favorecer la instalación en la Corte Suprema de jueces ideológicamente izquierdistas y de jurisprudencia contraria al concepto de fidelidad al texto de la Constitución; es decir a la interpretación de la Ley Fundamental por el sentido real de las palabras, lo que se conoce como “fidelidad al texto” (textualism) y “fidelidad al origen” (originalism), filosofía que guió la actuación y los fallos del Juez Scalia durante su larga pertenencia a la Corte Suprema. A Orrin Hatch le debemos, por ejemplo, la presencia en la Corte Suprema de las Juezas Ruth Baden Ginsburg (a quien él propusiera a Bill Clinton) y de Sonia Sotomayor defensoras del concepto de “Constitución Viviente” (Living Constitution) que piensan que la Constitución puede adaptarse sin enmendar su texto a las preferencias y necesidades del gobierno. Lo que haría de hecho al texto Constitucional un compendio de palabras sin valor real, incluido nuestro Bill of Rights, piedra angular de nuestras libertades. Por su trayectoria jurídica y opiniones, en este grupo estaría sin dudas el juez Merrick Garland. Nuestros Padres Fundadores dejaron muy claro en numerosos escritos que el texto de nuestra Constitución esta cincelado en piedra y que por esa razón existe el procedimiento para enmendarla cuando el Congreso y la mayoría de We The People consideremos que ello es necesario.
Pero además de todo lo expresado anteriormente los “ilustres ‘entelequistas’” distorsionan la verdad cuando afirman que esta es “una posición ridícula, absurda y sin precedentes”, por parte del liderazgo Republicano del Senado. Hagamos aquí un poco de historia: A través del tiempo las nominaciones a la Corte Suprema hechas en el año final de una Presidencia han sido rechazadas por el Senado. Ello comenzó con John Quincy Adams y la última vez ocurrió con Lyndon Johnson, lo que curiosamente los “entelequistas” omiten en su artículo. Veamos algunos ejemplos: El juez Smith Thompson falleció en el cargo el  18 de diciembre de 1843 y su reemplazo Samuel Nelson ocupó el cargo el 14 de febrero de 1845, 424 días después. Henry Baldwin murió el 21 de abril de 1844 y su reemplazo ocupó el cargo el 21 de abril de 1846, esto es 835 días después, debido a que el Presidente John Tyler no pudo conseguir que el Senado trabajara con él. Las similitudes de este Presidente en su relación con el Senado son de un parecido tremendo con las de Obama y el actual Senado en este caso específico. Más recientemente el Juez Abe Fortas renunció el 14 de mayo de 1969 y su reemplazo Harry Blackbum ocupó el cargo el 9 de junio de 1970, algo más de un año después. Hay más, pero basten estos casos para demostrar que si existieron precedentes y no hay nada de absurdo ni de ridículo en ello.
Lo inmoral y verdaderamente despreciable es que los “ilustres entelequistas” también omitan lo que da origen a esta situación y que no es otra cosa que la famosa Regla Biden establecida por Joe Biden, entonces Senador y Presidente del Comité Jurídico en 1992. Entonces, como ahora, el gobierno estaba dividido. Los Demócratas dominaban el Congreso, pero George H. W. Bush era el Presidente. El entonces Senador Biden advirtió a Bush en el salón del senado que no se molestara en nominar a alguien, hasta que no pasaran las elecciones del próximo noviembre y un nuevo Presidente resultara electo. Biden también señaló que si Bush tenía “la temeridad” de enviar un nombre al Senado, la nominación “languidecería en comité como una caja de cereal cerrada olvidada en la alacena”.
Así, si Bush era electo para un segundo término, lo que no sucedió, los Demócratas tendrían la nominación de Bush para Navidad, si así el lo consideraba, pero por otra parte, si los Demócratas se hacían con la Casa Blanca, como sucedió, el nominado por Bush seguiría durmiendo el sueño eterno en la alacena y el nuevo Presidente electo, Bill Clinton, haría la nominación.

¿Hace falta algo más para explicarnos esta situación y la deshonestidad mostrada por los “ilustres entelequistas” en este artículo?

A modo de información les dejo con la definición de manipular de la RAE: “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”.

Diego Rodriguez-Arche
Miami, 3 de marzo de 2016