miércoles, 22 de julio de 2009

¿Esperando a Godot… en Honduras?

ESTRAGÓN: ¿Estás seguro de que era esta noche?
VLADIMIRO: ¿El qué?
ESTRAGÓN: Que debíamos esperarle.
VLADIMIRO: Dijo el sábado… Según creo (…)
ESTRAGÓN: Pero ¿qué sábado? ¿Es hoy sábado?
¿No será más bien domingo? ¿O lunes? ¿O viernes?
Samuel Beckett
Esperando a Godot

Desde que Manuel Zelaya fue depuesto como Presidente y expulsado de Honduras por las Fuerzas Armadas, cumpliendo una orden del Tribunal Supremo, no ha dejado de amenazar con su regreso para encabezar una Rebelión y según sus propias palabras “la guerra civil ya comenzó” y anunció que su “entrada en Tegucigalpa va a ser apoteósica”.

Todos recordamos el Show montado por Chávez y comparsa con el avioncito que llevaba a Zelaya que ni siquiera hizo la más mínima maniobra para realmente tomar tierra, sino que simplemente se limitó a sobrevolar el aeropuerto para que los seguidores de Zelaya movilizados hacia el lugar se enardecieran y ello diera lugar a un sangriento enfrentamiento con el ejército al que llamarían masacre e inmediatamente invocarían la carta de la OEA para intervenir militarmente y reponer al Castrochavista expulsado. Ese fue el Plan, según fuentes de toda confianza, que se gestó en Managua, en medio de una reunión en la que participó telefónicamente el Dictador vitalicio de Cuba, Fidel Castro. Afortunadamente ese plan macabro fracasó, gracias a la serenidad y restricción que mostraron las Fuerzas Armadas hondureñas.

A partir de entonces ha estado dando ultimátum tras ultimátum al Gobierno legítimamente constituido en Honduras y anunciando que el retorno lo hará por “un punto terrestre, quizás por un punto aéreo, o quizás por la frontera marítima”. En su irresponsabilidad ha estado arengando a sus partidarios a que se movilicen hacia las fronteras para recibirlo y marchar juntos sobre Roma, perdón, sobre Tegucigalpa. Como está claro para cualquiera, Fidel Castro no es ajeno a todo este guión del absurdo. Envuelto en sus diapers anticaca y desde La Habana, en la retaguardia como siempre, Castro ha estado machacando desde hace días en que la mediación de Óscar Arias, “equivalían a un acta de rendición de Manuel Zelaya”, cuando es todo lo contrario. Si las actuales autoridades hondureñas aceptaran el Plan de 7 puntos de Arias, estarían sin remedio, abriéndole las puertas de Honduras al Socialismo del Siglo XXI y a la dictadura de Zelaya. Y esto Arias lo sabe, dicho sea de paso. Pero Castro quiere que este conflicto entre hondureños, pase a formar parte del gran diferendo América Latina vs. Imperio y de ello se han ido encargando sus más aplicados alumnos: el Gorila Rojo y el Pedófilo Violador de Managua.
Le bastó a Castro encontrarse sólo una vez con Zelaya para darse cuenta de que era material manipulable y que fácilmente lo podría enviar al sacrificio para incendiar la región con un conflicto militar que daría al traste con los pocos vestigios democráticos en Centro América. Y esta bola, Arias, no la vio pasar.

En el lado hondureño el Presidente Micheletti ha llamado a la “tranquilidad” y aclaró que “tenemos un ejército, tenemos una policía y tenemos un pueblo listo para enfrentar este tipo de situaciones”, además, reiteró su orden a las Fuerzas Armadas de que arresten a Zelaya tan pronto como entre a territorio hondureño. Y en un discurso afirmó el lunes que sólo le entregará el poder a quien resulte electo el 29 de noviembre. “Queremos decirle al mundo entero que aunque no tengamos dinero, ni petróleo, ni dólares, tenemos una enorme voluntad de vencer esta situación”.

No cabe duda de que si Zelaya sigue las instrucciones recibidas desde La Habana y Caracas y se lanza a la aventura del regreso habrá un violento enfrentamiento con consecuencias todavía desconocidas para el futuro de la nación hondureña y para su paz social. A esa carta apuesta el Castrochavismo. A la carta del derramamiento de sangre y de la canonización del primer Mártir del Socialismo del Siglo XXI.

Ojalá que Godot, nunca llegue a Honduras y que Vladimiro y Estragón se queden esperándolo una vez más.

Nobama
Nueva York, 22 de julio de 2009

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