“Yo amo a este país”, esas son las palabras mágicas que Michelle Obama dijo anoche en la Convención Nacional Demócrata en Denver. Algo muy distinto a lo que dijo el pasado febrero en Madison, Wisconsin: “Por primera vez en mi vida de adulta, me siento realmente orgullosa de mi país”.
La cuestión es cuál de esas dos versiones de persona los votantes creerán que es la real; si la que se proyectó anoche como la que comprende la esencia del sueño americano; o la que provocó la indignación de los norteamericanos con sus desoladoras generalizaciones del tipo: “somos una nación de cínicos, indolentes y llenos de complacencia con uno mismo”, o la de aquello de que “nos hemos convertido en una nación de gentes que luchan y que apenas logran sobrevivir cada día”, o la que dijo en un discurso, mientras sacudía dramáticamente su cabeza hacia el auditorio: “La gente está simplemente atrapada y durante toda mi vida las cosas siempre se han ido poniendo peor. Y maldita sea, soy joven, tengo 44 años”.
Sí, no hay dudas, Michelle Obama, mostró anoche a una mujer diferente, elocuente y de apariencia sincera, que hablaba con sencillez y dulzura, de sus sueños y aspiraciones. Pronunció un discurso que sonaba real y lleno de anécdotas que también parecían reales. “Mi parte del sueño americano es una bendición ganada con el esfuerzo de quienes me antecedieron”. Ellos, enfatizó, estaban “impulsados por la misma convicción que hacía que mi padre se levantara una hora antes para en medio del dolor físico vestirse para ir a su trabajo, la misma convicción que impulsa a los hombres y mujeres que he conocido en todo el país… Esa es la razón por lo que amo a este país”.
Su versión de los Estados Unidos, que con tanta elocuencia dibujó anoche, es la de un sitio en el que si se trabaja duro, uno puede sostener a su familia y hacerla grande y buena. Un lugar en el que ella y su esposo trabajan duro para alcanzar ese sueño. Sin embargo, escuchándola relatar lo que es esta nación para todos los que la amamos, no puedo olvidar lo que una vez dijo en Charlotte, Carolina del Norte: “¿Vivimos acaso en una época y una nación en la que la regla de medir se coloca con justicia? Uno trabaja duro y se sacrifica y piensa que se está acercando a la meta, uno trabaja y se esfuerza y ¿qué pasa? Ellos suben la medida… la mantienen lejos de nuestro alcance”.
¿Ellos? ¿Quiénes son ellos? ¿Cuál de esas dos versiones de este país es la verdadera para ella? Quizás quiso decir que antes era posible lograr el sueño americano, pero que ya no es posible en los Estados Unidos de Bush. Estoy segura que muchos aplaudirían esta línea de pensamiento; pero si lo miramos fríamente estaría diciéndonos que si un hombre negro de los años 60, la generación de su padre, trabajaba duro le era más posible mantener y hacer avanzar a su familia, que al mismo hombre en el siglo XXI. Una historia que no encaja. Por eso, aunque por momentos hizo que mi corazón latiera más rápido, no podía evitar que regresara la razón. Quizás si tan sólo pudiera olvidar la visión expresada antes por Michelle acerca de este país, podría entonces creer en la nueva visión que anoche me dijo que era la suya, que supongo sea la de su esposo, el candidato Obama. Lo malo, ¿o lo bueno? es que tengo una excelente memoria.
Esperanza E. Sotomayor
Los Ángeles, California
martes, 26 de agosto de 2008
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