“Hacer la misma cosa una y otra vez y esperar un resultado diferenteAlbert Einstein
es la definición exacta de la locura”.
El Barack Hussein Obama que vimos anoche destilaba ira y desafío tanto en lo que dijo como en la forma en que lo dijo, pero está claro ya hoy que ante la catástrofe de Massachusetts y la reciente decisión de la Corte Suprema de Justicia sobre el financiamiento de las campañas, Obama y sus asesores políticos decidieron que tenía que mostrarse enojado y ultrajado, especialmente con Wall Street, la Corte Suprema de Justicia y claro está con todos aquellos, digamos que la mayoría, entre los norteamericanos que estamos decididamente en contra de esa agenda ideológica extraña que trata de embutirnos a la fuerza.
Ellos piensan que la moderación, la mesura y la ponderación que debe distinguir a los Presidentes no es la manera de responder a los reveses políticos sufridos en los últimos días y que mostrarse iracundo revertirá la tendencia a la baja que muestran las encuestas, pero lamentablemente lo que indican las encuestas esta mañana es todo lo contrario: Rasmussen Report, una de las más confiables, sino la más, muestra un aumento del 1% entre los que desaprueban su trabajo después del discurso de anoche (54% hoy vs. 53% ayer). Esa actitud de enojo, iracundo por momentos, lejos de hacerlo parecer fuerte hizo que se viera quejumbroso y frustrado y, como sabemos, la frustración es prima hermana de la impotencia y a nadie le gusta pensar que el Presidente es incapaz de lograr algo, ni tampoco tener un Presidente irascible que le den pataletas porque no consigue lo que quiere.
De larga recordación será su inusual e inapropiado ataque contra la Corte Suprema, algo que por más que hemos buscado en diferentes fuentes parece ser inédito en la política norteamericana y francamente según especialistas en derecho constitucional, un palpable ataque al espíritu del compromiso histórico de nuestro Gobierno con la separación de poderes. Con esta deleznable y grosera acción, Obama se propuso y logró, quizás su único logro de anoche, el desagradable espectáculo de la beligerante reacción del liderazgo Demócrata del Senado y del resto de la audiencia de ese Partido contra la Corte Suprema, cuyos magistrados estaban presentes en el hemiciclo y siempre han representado la dignidad y el respeto al cumplimiento de la Ley en esta nación. ¿Qué diferencia existe en esta bochornosa actuación de Obama y sus secuaces con el comportamiento de los Castro, los Chávez y todos los dictadores y aspirantes a dictadores de hoy?
Ayer, no se escuchó a nadie gritarle mentiroso como la última vez, lo que no quiere decir que anoche no haya mentido. Mintió y bastante. Veamos unos pocos ejemplos entre muchos:
“Los Estados Unidos y Rusia culminan las negociaciones para el más amplio tratado de control de armas en cerca de dos décadas”, dijo Obama. Pero la realidad es que a pesar de que a principios de año dijera que las negociaciones culminarían antes de que venciera el tratado de 1991, no lo logró. Y mientras nos dice que está a punto de lograrlo ahora, la realidad es que todo está paralizado. Y los rusos están firmes en la no inclusión de cuestiones que tengan que ver con la defensa antimisiles en cualquier acuerdo y quieren imponer sus propias reglas para verificar las reducciones nucleares que en resumen son: ninguna. El lunes comienza otra ronda de negociaciones, a la que después, le seguirá otra, y otra, y otra... Hasta que Obama, como es su costumbre con tal de firmar algo, ceda. Recordar Copenhagen.
Según él y basándose en información clasificada, ha tenido más éxito que su predecesor en matar terroristas: “Y durante el año pasado, cientos de combatientes de Al Qaida (fíjense que no les llama terroristas) y afiliados, incluyendo líderes superiores, han sido capturados o muertos, muchos más que en 2008”. La realidad es que ello es una gran mentira y una afirmación imposible de verificar. Ni la administración Bush ni la suya han publicado jamás la cuenta de cadáveres enemigos, particularmente los que han sido muertos a causa de los ataques de los aviones no tripulados (drones) en la frontera de Afganistán y Pakistán.
La triste realidad en cuanto a nuestra seguridad nacional y el combate al terrorismo es que no dijo nada de valor y por supuesto ni mencionó al terrorista de la bomba en el escroto, ni al de Fort Hood, ni su disparatada política de juzgar a los terroristas del 11 de septiembre en Cortes Civiles. Esa política que al decir del recién electo Senador Brown, destina el dinero de los contribuyentes a defender los derechos de los terroristas y no a combatirlos. En resumen, es como si en medio de la II Guerra Mundial Roosevelt hubiera rendido su Informe del Estado de la Unión sin mencionar la Guerra, Hitler, Alemania, Japón e Italia.
Pero hubo un momento en que pareció que iba a hacer un giro importante y dar crédito por algo a su predecesor cuando habló del paquete de rescate bancario iniciado en la administración Bush, para de inmediato decir que fue terrible, que nadie lo quería. Pero lo que no dijo es que la administración de George W. Bush prestó $240 mil millones a los bancos y que ese dinero está regresando ya al tesoro con intereses y dividendos según se estableció entonces. Y que sus famosos paquetes de rescate económico ni han creado los empleos ni la recuperación económica y financiera prometidos.
Lo que anoche, sin dudas, quedó bien claro es que la campaña presidencial para el 2012 comenzó oficialmente y lo que vimos no fue a un Presidente rindiendo su informe a la nación sino al mismo candidato que escuchábamos en el año 2008. Una y otra vez repitió las mismas frases del tipo “una nueva era ha comenzado” y mantuvo el mismo tono de hace dos años: “que malo es Washington”.
Anoche, con notable indulgencia hacia él mismo, trató de rociarse con un poco de agua Clintoniana de “yo siento su sufrimiento” en su intención de conectarse con el americano real que sufre las consecuencias de la recesión y de la fechorías de un “Washington” que Obama parecía decirnos que su cabeza visible no es precisamente él, y pareció también olvidar que vive en la dirección más icónica de la capital y que todos lo sabemos. En ese momento del discurso no pude menos que recordar al Maestro del “allí fumé”, Fidel Castro, que siempre encontraba la manera de culpar a otros de los desastres que creaban sus disparatadas ideas. Pero como alguien me comentaba anoche, “ni el Eau-de-Clinton pudo enmascarar la suprema arrogancia con la que nos mira desde su elevado pedestal en el Olimpo”.
Anoche, Obama utilizó la palabra “Yo” 96 veces, y se refirió a él en segunda y tercera personas otras 18.
Anoche, lejos de moverse al centro como hicera Clinton, Obama se plantó firme y arrogante en la extrema izquierda y enarboló desafiante su impopular agenda socialista.
Anoche, podría haber estado hablando allí cualquiera de esos líderes negros irritados con nuestra democracia como Alan Sharpton, Jesse Jackson o su “brújula moral” Jeremiah Wright. Lo que lo hizo lucir incompetente, patético y no el Presidente de la nación. Tres días atrás, Barack Hussein Obama, le dijo a Diane Sawyer: “Prefiero ser un Presidente realmente bueno en un sólo mandato, que uno mediocre de dos mandatos”, pero nunca aclaró para quien quería ser esa clase de Presidente.
Anoche esa duda quedó bien aclarada: ¡para él mismo!
Nobama
Nueva York, 28 de enero de 2010
3 comentarios:
Gracias Nobama, por tu profundo análisis de los gestos y las palabras del Presidente. Se ve que se ha leído muchos libros de Mao, Fidel y sabe Dios, bueno, por supuesto, el cree que Alá lo ayudará a convencer a los norteamericamos ( pueblo y republicanos) de que están equivocados. Ese hombre está loco!!!
"Tras una semana de anonadamiento, debido en gran parte a la elección senatorial de Massachusetts que acabó con su súper mayoría en la cámara alta, unos pocos demócratas dijeron que la defensa de Obaba del proyecto de ley en su primer discurso sobre el estado de la nación les dio nuevos ánimos para defender la reforma."
En el Nuevo Herald sustituyen Obama, por Obaba. Un simple error?
Cada palabra aquí, querido Nobama, es una verdad como un templo.
Gracias,
Isis
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