La actitud equívoca de Barack Hussein Obama acerca de los más importantes puntos de conflicto que enfrentan los Estados Unidos en un mundo cada vez más peligroso, preocupa a muchos norteamericanos, quizás a más de los que muestran las encuestas. Nobama piensa que esta postura escurridiza del candidato demócrata representa un juego peligroso del que podemos salir todos lastimados.
Joe Biden no metió la pata recientemente cuando advirtió que de resultar electo Obama muy pronto sería puesto a prueba por los numerosos enemigos de los Estados Unidos. Biden no dijo por qué ello está destinado a suceder, pero la respuesta es muy clara: Obama será puesto a prueba, porque nunca antes ha sido puesto a prueba ante una crisis.
Quizás sea más importante aun, el hecho de que como candidato, Obama ha trabajado duro para mantenerse sin ser puesto a prueba al ofrecer puntos de vista ambiguos, contradictorios y confusos en aspectos claves de la política estadounidense, analicemos algunos de ellos.
En relación con Iraq, ha prometido tanto un “retiro total y completo”, como un indefinido compromiso militar norteamericano en misiones militares específicas.
Además, el verano pasado, intentó persuadir a los iraquíes para que demoraran un acuerdo de seguridad con los Estados Unidos, con el gancho de que él les ofrecería un acuerdo mejor. Esto ha llegado a ser de conocimiento de los iraníes, quienes a su vez presionan y sobornan a los políticos en Iraq para que demoren el acuerdo en la creencia de que será más fácil presionar a Obama que al Presidente Bush.
Acerca de los intentos de Rusia de volver a ser un poder imperial, retando la posición de los Estados Unidos en Europa, el Cáucaso y Asia Central, Obama implicó una equivalencia moral entre Moscú y las víctimas, los georgianos. También ha enviado señales equivocadas a Ucrania al utilizar el nombre ruso de ese país, a pesar de que ambas naciones se encaminan a una confrontación sobre la base naval de Sebastopol.
Sobre el conflicto Árabe-Israelí, Obama ha prometido un “fuerte apoyo” al estado judío, pero rehúsa calificar a sus más violentos enemigos como terroristas. Y en su lugar, prefiere términos diplomáticos como “extremistas” o “grupos armados violentos”.
En Afganistán, a la que llama la “guerra correcta”, en oposición a la “guerra equivocada” en Iraq. Obama apoya la reciente decisión de enviar más tropas, pero rehúsa definir objetivo preciso alguno.
Sobre la Guerra Global Contra el Terrorismo, tanto Obama como Biden y antes Kerry, no creen que la palabra “guerra” sea la apropiada. Él ve al terrorismo como un asunto policiaco y promete “llevar a los perpetradores ante los tribunales”.
Acerca de Irán, declarándolo inaceptable, Obama ha aceptado el programa nuclear de los ayatolahs, ya que al sugerir conversaciones sin condiciones previas, echó a la basura las tres resoluciones obligatorias de la ONU, eliminando de esta forma la presión sobre Teherán para que abandone sus ambiciones nucleares.
Con Europa, donde, por una de esas raras ironías de la vida, por primera vez en diez años la mayoría de los gobiernos son pronorteamericanos, Obama ha hablado de poner fin al supuesto “unilateralismo de Washington”. Y al mismo tiempo les pide que cambien sus políticas. En el caso de Alemania ha llegado hasta pedirles que enmiende su constitución, para que puedan ayudar más en Afganistán y en otros sitios.
Los críticos de Obama han tratado de explicar estas ambigüedades en política exterior señalando su inexperiencia o que él está obligado a cortejar a sus seguidores que poseen conflictos de intereses. Ambas razones son válidas pero sólo hasta cierto punto.
La participación de Obama y su interés por la política exterior es muy reciente. Como organizador comunitario primero y después político en Chicago hasta 2005, estaba más interesado en construirse una base de poder, que en formarse una visión amplia del sitio de los Estados Unidos en un mundo peligroso. Además, su campaña política lo ha obligado a complacer o neutralizar elementos en conflicto dentro de su partido. Por ejemplo, la gente de MoveOn.org que le proporcionaron su base inicial no se conformarán con nada menos que una derrota abierta y total en Iraq, a pesar de que demócratas más “realistas” no se sienten cómodos con un líder que trata de transformar la victoria en derrota, sólo por razones partidistas.
En su juventud, Obama fue influenciado por personajes extremistas como Frank Marshall Davies, Franz Fanon, Saul Alinsky, Edward Said, el Reverendo Wright y Louis Farrakhan, entre otros, quienes tenían y tienen una visión de los Estados Unidos como estado imperialista y ven a Israel como su cabeza de puente en el Medio Oriente. Pero ahora, como candidato presidencial, sabe que un discurso de antiamericanismo doméstico, aleja más votantes que los que atrae.
Puede que la razón principal de las contradicciones y la confusión de Obama sean sus propias indefiniciones. Él ha tratado de ser de todo para todo el mundo, “un carácter Pirandelliano en búsqueda de diversos autores”. En resumen, nadie sabe realmente quién es Obama.
Así, no es un disparate de Biden el que advierta que un Presidente Obama será puesto a prueba, de la misma forma en que hace 30 años fue puesto a prueba Jimmy Carter y se vió que le faltaba determinación, coraje y serenidad. La inexperiencia y la debilidad evidente de Carter envalentonó a los enemigos de los Estados Unidos y condujo a la toma del poder por los mullahs en Irán, a la invasión soviética de Afganistán, el dominio de la Unión Soviética en gran parte de África, el éxodo de cubanos por el Mariel y la primera crisis en el petróleo, que provocó una inflación de dos dígitos y el desempleo masivo.
Alguien, con toda razón dijo alguna vez, que la presidencia de Carter produjo una década de miseria para el occidente y que podía haber conducido a una victoria total de los soviéticos, si no es que Reagan gana las elecciones y entra en la Casa Blanca en 1980.
Bill Clinton también fue puesto a prueba con el primer ataque al World Trade Center, al que reaccionó lanzando misiles sobre un establo de burros en Afganistán, no sin antes asegurarse de que no había terroristas ocultos en el lugar. Esa respuesta envalentonó a los terroristas y produjo la masacre de tropas estadounidenses en Somalia, a la que respondió bombardeando una fábrica de fertilizantes; las bombas en las embajadas norteamericanas en África, de las Khobar Towers en Arabia Saudita; el éxodo de balseros cubanos; el derribo en aguas internacionalesde dos avionetas civiles norteamericanas por parte de Castro, las bombas al USS Cole en Yemen y finalmente en 2001, la tragedia del 11 de septiembre.
¿Cómo pondrán a prueba nuestros enemigos a Barack Hussein Obama?
Ojalá que nunca tengamos que responder a esa pregunta.
Nobama,
24 de octubre de 2008
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