viernes, 11 de septiembre de 2009

11 de septiembre de 2001

Hace hoy 8 años, aquí en la ciudad de Nueva York, 19 musulmanes llenos de odio hacia los infieles, como su religión se los ordena, llevaron a cabo uno de los atentados terroristas más terribles en la larga cadena que adorna la historia de esa religión de odio y con toda justicia nuestra nación emprendió una guerra total contra el terrorismo. Pero hoy, esa voluntad de llevar esa lucha hasta sus últimas consecuencias, que entonces mostraron la mayoría de los norteamericanos atraviesa por una dura prueba.

Hoy, los actos de recordación a las víctimas inocentes de la maldad islámica y a los valientes bomberos y policías que dieron sus vidas ese día, nos harán revivir aquellos momentos de angustia y de rabia, mientras escuchamos los toques a silencio y la lectura de los nombres de los caídos. Esto sucederá, principalmente, en ese sitio que conocemos como Ground Zero y que gracias a la insensibilidad y la corrupción de políticos y magnates constructores encargados de los proyectos de reconstrucción, a ocho años de la tragedia, se ha convertido no en un monumento de recordación a las víctimas y a la voluntad de resistir y triunfar del pueblo norteamericano en esa guerra iniciada contra los asesinos islamofascistas, sino que ha devenido en monumento a la desidia del establishment político de Nueva York.

Pero una vez terminadas las ceremonias, volveremos a nuestras vidas cotidianas y los recuerdos del 11 de septiembre se irán borrando gradualmente de nuestra memoria inmediata, principalmente porque, Gracias a Dios y a quienes tuvieron bajo su responsabilidad durante los últimos 8 años nuestra seguridad, no se ha producido ningún nuevo ataque que los haga saltar a nuestra memoria presente, pero por desgracia esa sensación de seguridad recuperada y las malas intenciones de quienes creen que los culpables fuimos nosotros han hecho que algunos norteamericanos comiencen a preguntarse si realmente vale la pena librar esa guerra.

En Nobama pensamos que sí, más aún que resulta imperativo para nuestro futuro como nación libre y para todo el mundo habitado por quienes ellos llaman infieles, porque la amenaza no es menor hoy que en aquel día aciago hace 8 años, el día en que el Islam reveló de forma atroz su verdadera esencia asesina.

Hoy en Nobama rendimos homenaje a aquellos que cayeron víctimas del odio y la intolerancia y también a los hombres y mujeres que desde las más altas posiciones hasta los marines y soldados que se enfrentan al terror en Iraq y Afganistán, han estado durante estos 8 años en la primera línea de combate defendiendo nuestra democracia y nuestra libertad.

En este homenaje hemos querido incluir un extraordinario artículo de Ralph Peters, publicado hoy en el New York Post. Los que deseen leerlo en inglés hagan clic aquí o sobre la imagen.
Ralph Peters escribe columnas de Opinión en el New York Post desde 2002. Tambiés es el Analista principal de Estrategia de Fox News. Fue oficial del Ejército norteamericano hasta 1998 en que se retiró con el propósito de escribir y hablar libremente. Tiene experiencia en más de 70 países y es el autor de 24 libros, incluyendo novelas, memorias de viajes y sobre estrategia militar.

Nobama
Nueva York, 11 de septiembre de 2009

Una traición a nuestros muertos
Hemos olvidado las promesas que hicimos
Por RALPH PETERS

Hace hoy ocho años, nuestra patria fue atacada por musulmanes fanáticos, inspirados por la intolerancia de Arabia Saudita. Tres mil ciudadanos norteamericanos y residentes murieron.

Entonces prometimos que nosotros, el Pueblo, no olvidaríamos jamás. Pero después nos olvidamos.

No hemos aprendido nada.
En lugar de reprimir el islamismo extremista, lo hemos excusado.
En lugar de matar terroristas, los ponemos en libertad.
En lugar de dar caza sin descanso a los locos islamistas, buscamos la forma de calmarlos.
En lugar de reconocer que el islam radical es el problema, elegimos a un presidente que culpa a los Estados Unidos y cuya idea de libertad es el derecho de las mujeres a sufrir en silencio detrás de un velo y que cuenta entre sus mentores y amigos a aquellos que maldicen a nuestro país o que creen que nuestro propio gobierno montó la tragedia del 11 de septiembre de 2001.
En lugar de insistir en que la libertad no se afectará por las amenazas terroristas, censuramos trabajos que podrían ofender a los asesinos en masa. Los musulmanes radicales de todo el mundo se permiten decir pérfidas mentiras sobre nosotros, pero no nos atrevemos siquiera a publicar caricaturas en las que hacen burla de ellos.
En lugar de proteger a norteamericanos cumplidores de la ley, rechazamos establecer perfiles étnicos para evitar ofender a los terroristas. Así le confiscamos a una abuela su champú en el aeropuerto, porque el contenedor medio vacío podría contener 3.5 onzas de líquido.
En lugar de insistir en que el odio y el apartheid religioso islámico no tiene lugar en nuestro país, permitimos que los Sauditas continúen proveyendo fondos para mezquitas y madrassahs en las que se predica el odio a judíos y cristianos como algo esencial para el Islam.
En lugar de confrontar a los traficantes del odio sauditas, nuestro presidente le hace una reverencia y se inclina ante el Rey saudita.
En lugar de reconocer que el culto Wahhabi patrocinado por los sauditas es la raíz del problema, nuestro presidente culpa a Israel.
En lugar de preguntarse por que la civilización en el Medio Oriente ha fracasado tan miserablemente, nuestro presidente sugiere que los que hemos fracasado somos nosotros.
En lugar de tomar todas las medidas eficaces para obtener información de los terroristas, la actual administración amenaza a los agentes de la CIA con procesarlos judicialmente por habernos mantenidos seguros.
En lugar de con orgullo haber reconstruído de inmediato el sitio de las Torres Gemelas, nos hemos comprometido en la tarea sin esperanza e inútil tarea de reconstruir Afganistán. (Quizás debíamos haber construído una mezquita en Ground Zero, de seguro los sauditas la hubieran financiado).
En lugar de enfrentar resueltamente al fanaticismo islámico, hemos hecho de las negociaciones un culto; mientras que nuestros enemigos buscan tener armas nucleares; patrocinan el terrorismo; torturan; encarcelan; violan y asesinan a sus propios ciudadanos y se ríen de nosotros.
En lugar de insistir en que el Islam debe convertirse en una religión responsable, nuestros líderes en ambos partidos continúan balando como ovejas que “el Islam es una religión de paz”, ignorando la ausencia de Bautistas suicidas que se hagan explotar como bombas humanas.
En lugar de exigir que los nuevos inmigrantes se integren a nuestra sociedad y se rijan por sus valores públicos, en nombre de la tolerancia estimulamos y subsidiamos la intolerancia que odia a las mujeres y niega la libertad.
En lugar de perseguir a nuestros enemigos hasta el fin de la tierra, los ayudamos a que presenten demandas en contra nuestra.

Hemos deshonrado a nuestros muertos y blanqueado a nuestros enemigos. Una clara e impía alianza entre islamistas fanáticos en el exterior y la “elite” políticamente correcta en los Estados Unidos, ha reducido al 11 de septiembre a la categoría de no evento, en un día para que los políticos puedan pavonearse de lo poco que han hecho.

Hemos olvidado el choque y la furia patriótica que sintieron los norteamericanos en aquella brillante mañana de septiembre hace ocho años. Hemos olvidado nuestra identificación con los compatriotas que se lanzaban desde lo alto de los rascacielos condenados. Hemos olvidado el coraje de los pasajeros de la aeronave que no se rindieron ante el terror.

Hemos olvidado a los hombres y mujeres que murieron quemados o asfixiados en el Pentágono. Hemos olvidado nuestras promesas, nuestros votos, nuestros compromisos.

Hemos olvidado lo que debemos a nuestros muertos y lo que debemos a nuestros hijos. Hemos olvidado hasta quiénes fueron los que nos atacaron.

Hemos traicionado la memoria de nuestros muertos. Y al hacerlo, nos hemos traicionados nosotros mismos y a nuestro país. Nuestras tropas continúan combatiendo, cuando se lo permiten, pero nuestros políticos se han rendido.

¿Permitiremos que los terroristas sean los ganadores?

(Traducción y revisión de Diego Rodriguez-Arche y Aaron Mayer)

2 comentarios:

Reflexiones de Chocolatico Pérez dijo...

Muy bueno este artículo, un sentido homenaje a las víctimas de ese día y un alerta a todos, de qué se debe y qué no se debe hacer si queremos salvar no sólo los EEUU, sino la humanidad, porque los islamostas son como los comunistas, no se conforman con revolcárse en la mierda, quieren meter a todo el mundo en ella. Ahora con un musulmán en la Casa Blanca, veremos que vos depara el futuro...

Anónimo dijo...

hello... hapi blogging... have a nice day! just visiting here....