Hoy 20 de enero, en lo que parece más una coronación que la toma de posesión de un presidente elegido democráticamente, Barack Hussein Obama, se convirtió en el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América, en una sucesión de festividades que a pesar de que nuestra economía está en recesión serán las más costosas de nuestra historia, costarán la bicoca de $160 millones.
Después de la más prolongada campaña electoral en la historia de los Estados Unidos y de un período de transición de 10 semanas en las que no han faltado crisis domésticas y externas, Barack Hussein Obama se convirtió hoy en el 44to presidente de los Estados Unidos. Ahora está en su pleno apogeo el Kumbaya de la toma de posesión, la gran celebración y la apoteósica presencia de público en la toma de posesión, pero después que esta noche finalicen los bailes y fiestas programadas y que el flamante nuevo presidente duerma por primera vez en la Casa Blanca, mañana en la mañana empieza la parte más difícil.
Puede ser que en cualquier otra época, el pobre currículo de Obama habría hecho de él una figura electoral pasajera, una fugaz presencia en la escena nacional; pero esta vez, el esperanzador mensaje del elocuente senador de Illinois logró entrar a las casas de los votantes y se convirtió en discusión obligada en reuniones familiares y entre amigos.
Ahora le toca demostrar que él no es un error del entusiasmo, o un producto de la inmadurez y la rebeldía natural de los más jóvenes, ni del llamado de la raza que hizo que más del 90% de los afroamericanos votaran por él, incluyendo a algunos que, como Colin Powell, nada tienen que ver con la ideología socialista que su historial muestra. Cierto es que después de derrotar a Hillary Clinton en las primarias, su movimiento al centro fue a la velocidad de la luz, lo que a muchos de nosotros, lejos de tranquilizarnos nos preocupó aun más, porque si alguien puede renunciar tan rápido a las ideas que defendió durante toda su vida política anterior, no olvidemos que se le consideró el senador demócrata más a la izquierda durante el tiempo que estuvo en la cámara alta, qué no haría para lograr llegar a la posición de poder más importante del mundo. Su giro de 180 grados en asuntos como el matrimonio Gay y la guerra en Irak por citar solamente dos, pueden ilustrar lo que decimos.
Hacia dónde se dirigirá ahora, mañana lo sabremos. Aunque algo ya podemos vislumbrar a partir de sus últimos discursos. El domingo en el monumento a Lincoln el todavía entonces presidente electo expresó un concepto aterrador: “Necesitamos una nueva declaración de independencia para independizarnos de la ideología, el partidismo y la intransigencia”. ¿Qué quiso decirnos? ¿Que a partir de ahora el dictará nuestra ideología y un único partido? ¿O acaso llama intransigencia a nuestra lealtad a principios ideológicos diferentes a los suyos? O que tal hoy cuando nos dijo que tenemos que “rehacer a los Estados Unidos”, ¿qué nos propone, acaso una nueva revolución? O cuando acusó por inferencia a la administración saliente de haber renunciado a nuestros ideales en aras de la seguridad, ¿nos está diciendo que abandonará lo que nos ha mantenido seguros hasta hoy?
En los discursos del entonces candidato Obama, siempre nos llamó la atención que su forma de expresar el tiempo en que alcanzaría las metas que se proponía como Presidente, por lo general iban más allá de los 8 años que puede servir un ciudadano como presidente, según establece la Constitución de los Estados Unidos. Hoy esas dudas se van aclarando poco a poco. Ya en la Cámara de Representantes hay una propuesta de Resolución Conjunta, exactamente la H.J. 5, presentada por el Representante demócrata Serrano, para eliminar la 22da enmienda de la Constitución: ¡la enmienda que limita el tiempo a servir como presidente a dos períodos consecutivos!
Entonces, ¿tenemos o no razones para preguntarnos y ahora qué?
Nobama
Nueva York, 20 de enero de 2009
Para los que dudan pueden ver la resolución aquí
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1 comentario:
Excelente!
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