Ya hoy está muy claro que los líderes demócratas en el Congreso, el Presidente electo Obama y, ¡Oh sorpresa!, el Presidente Bush han determinado que las Tres Grandes compañías fabricantes de vehículos automotores son “demasiado grandes para quebrar”. Con la excepción de que la administración Bush esté a bordo, esto no es sorpresa para nadie. La UAW ha empleado décadas en colocar bombas de tiempo en todos y cada uno de los contratos laborales negociados con General Motors, Ford y Chrysler. Desde los costos de las pensiones hereditarias, a los beneficios de salud, más caros que el acero utilizado en la construcción de los vehículos que fabrican, hasta el glorificado sistema de bienestar social para los empleados cesanteados por falta de trabajo, el momento de poner orden a este disparate era algo que debía haberse producido hace mucho tiempo. Algo de eso intentaron hacer 35 Senadores en la noche de ayer en Washington, cuando derrotaron las pretensiones Demócratas de socializar las 3 Grandes de Detroit.
Pero desde que comenzó la crisis financiera en Wall Street, la esquizofrenia ha invadido los mercados y la política incluyendo a la Casa Blanca. Si este fuera todavía un mercado racional, los competidores y los accionistas castigarían a la gerencia de las Tres Grandes por no haberse enfrentado nunca a los endémicos problemas que sufren y mucho menos resolverlos. Negociación tras negociación, los CEO jugaron al “tenme allá” con la UAW antes de enfrentárseles en función de los mejores intereses de sus respectivas compañías.
Pero este proceso lógico de terminar con el cáncer a tiempo, presenta un grave problema para el cáncer, la UAW. Con 465,000 trabajadores sindicalizados, según el último informe al Departamento del Trabajo (y millones más de familiares y jubilados), la UAW pudo contribuir con el 99% de sus $1.9 millones en fondos políticos a las campañas Demócratas, según OpenSecrets.org. Sus principales beneficiados incluyen al Presidente electo Barack Obama y el Presidente del Comité de Educación y Trabajo de la Cámara George Miller. Y sabrá Dios, cuánto dinero más lograron canalizar a través de la AFL-CIO y diversos grupos 527 como MoveOn.org. Y llegó el momento de cobrar y la UAW quiere que el gobierno federal despoje a los contribuyentes para socializar a las Tres Grandes y que de hecho les otorgue el control de las mismas.
Por ahora se conformaría con unos $14 mil millones y para obtenerlos contaría con la ayuda de una irreflexiva y débil presidencia Bush, quien parece que, paradójicamente, pasará a la historia como el Presidente más socialista de los Estados Unidos. De todas formas, qué más da, si después que Barack Hussein Obama jure como presidente, de seguro se abrirá la espita de nuestros dineros de los impuestos y fluirán muchos miles de millones más. Así y a cambio de otorgar “préstamos” y otras “garantías”, el gobierno federal exigirá que pueda comprar acciones de esas compañías a precio de descuento. Hasta qué punto el gobierno será propietario de GM, Ford, y Chrysler es algo que no está muy claro. Pero lo que si está clarísimo es que en lugar de dejar que esas compañías quiebren como se lo merecen, los contribuyentes nos veremos arrastrados, contra nuestra voluntad, en la planificación industrial tipo años 30, sólo porque el poderosos sindicato UAW así lo quiere. Que no por gusto está entre los que más votos ($$) proporcionaron a los demócratas y al flamante Presidente electo.
Por gracia de esta maniobra comprensible en los Demócratas y en Obama, pero fuera de toda comprensión tratándose de Bush, las 3 compañías de Detroit, se convertirán en compañías de servicio público, un tipo de compañía acosada por la ineficiencia que competirá con otras realmente solventes.
¿Qué cantidad puede comprar el gobierno si lo desea? Según Yahoo! Finance, Ford y GM están negociando a un valor combinado de $10.5 mil millones (Chrysler es mayoritariamente propiedad de la firma Cerebus, por lo que es menos claro cuál es su valor en el mercado). Pero al gobierno no le será muy difícil comprar la mayoría de las acciones de estas compañías, por lo que no sería disparatado pensar que el gobierno podría convertirse en su único propietario, sólo habría que preguntarle a AIG, adquirida por el gobierno por $85 mil millones a principios del otoño.
Ya sea que las compañías sean totalmente propiedad del gobierno federal o que simplemente estén bajo su control, no cabe dudas de que el nivel de interferencia burocrática se ampliará. En el borrador de la versión demócrata de la Ley de Rescate existe una sección que establece las normas CAFE, que por sus exigencias determinan que los autos serán más caros en la medida en que sean más eficientes en cuanto al combustible. La EPA del futuro Presidente Obama, sin dudas presionará para que se construyan más autos impulsados por energía eléctrica, híbridos y cualquiera que sea la loca ocurrencia de los ambientalistas de Obama en la EPA y como las compañías fabricantes de vehículos de Detroit, serán compañías de servicio público, no importará pues que pierdan dinero, porque lo importante es llevar adelante la agenda política, que para asumir las pérdidas estamos los contribuyentes. No faltaría más.
Con frecuencia se olvida que la industria automotriz de los EE.UU. incluye subsidiarias extranjeras como Toyota (con un capital de $93 mil millones) y Honda ($73 mil millones) además de BMW y Mercedes Benz en menor escala. Juntas las dos primeras son dieciséis veces mayores que General Motors y Ford. Toyota y Honda tienden a ubicar sus plantas en estados con derecho al trabajo, donde los trabajadores no tienen que unirse a un sindicato como condición para obtener empleo. Estos estados han evitado con éxito los intentos de sindicalización obligatoria de la UAW. Esa es la razón de que gocen de buena salud, porque no cuentan con los disparatados costos de las pensiones hereditarias o los exorbitantes fondos de seguro médico que la UAW ha obligado a las Tres Grandes a adoptar y que les impide competir con ellas. En el último período informado, Toyota y Honda tuvieron ingresos netos combinados de $18.5 mil millones. ¿GM y Ford? Tuvieron pérdidas por más de $34 mil millones.
Después de la socialización real o de hecho de las Tres Grandes, Toyota y Honda harán todo lo que esté a su alcance para evitar que la horda de vagabundos y merodeadores al frente de la UAW extiendan su cáncer sobre ellas. Seguirán pagando religiosamente los impuestos corporativos en los EE.UU. y, por supuesto, seguirán dominando la industria automotriz, de hecho serán la industria automotriz. Por su parte, GM y Ford seguirán pretendiendo que son fabricantes de vehículos y no un absurdo disparate.
Si los Demócratas, el Presidente electo y el Presidente Bush no permiten que GM y Ford afronten la realidad que establecen nuestras leyes para las empresas fallidas, simplemente serán nacionalizadas y se convertirán en una rémora sobre los ya recargados hombros de los contribuyentes. Nuestros hombros. Y lo que es peor, en contra de nuestra voluntad, sin que haya nada que podamos hacer para evitarlo. ¿O sí?
Diego Rodriguez–Arche
Nueva York, 12 de diciembre de 2008
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