martes, 25 de agosto de 2009

El aspecto macabro del ObamaCare

Hoy hemos amanecido en norteamérica con una buena y una mala noticia. La buena es que por primera vez desde su toma de posesión el índice de desaprobación del presidente llega a los dos dígitos de manera sostenida. Según el Rasmussen Report, desde el sábado 22 de agosto, que llegó a los -10, este índice negativo ha ido en aumento, así el domingo 23 alcanzó los -14 puntos, su punto más alto de desaprobación, por lo que afortunadamente cada vez se le hace más difícil llevar a cabo su planeada destrucción sistemática del tejido social de la nación. Ahora la mala. La mala es bien mala. Según anunció la Casa Blanca el déficit presupuestario para los próximos diez años, alcanzará la astronómica cifra de 10 mil millones de millones (10 trillones), lo que llevaría a la nación a la bancarrota si la administración Obama sigue con sus planes de gasto masivo, como los 2.6 millones de millones (trillones) que costaría el ObamaCare de lograr su aprobación la administración.

Como ya anunciamos previamente, en Nobama comenzaremos a reproducir artículos y opiniones diversas acerca de este fundamental momento de la vida de nuestra nación en la que el Gobierno Socialista de Barack Hussein Obama pretende lanzarse a una toma de Poder Absoluto que acabaría con nuestro país como lo hemos conocido hasta hoy. Para comenzar esta nueva vertiente en Nobama, hemos escogido la publicación de un artículo de Chuck Krauthammer, publicado en The Washington Post el pasado 21 de agosto.

Charles Krauthammer es un columnista sindicado e importante comentarista político norteamericano, ganador del Premio Pulitzer. Su columna semanal aparece en The Washington Post y está sindicado en más de 200 periódicos y otros medios informativos. Antes de dedicarse al periodismo, Chuck Krauthammer, estudió y prácticó medicina en la especialidad de Psiquiatría, por lo que su opinión en este artículo que reproducimos resulta entre las más autorizadas.

El artículo original en inglés pueden consultarlo aquí y haciendo clic en la imagen.

Nobama
Nueva York, 25 de agosto de 2009

LA VERDAD SOBRE LA CONSEJERÍA ACERCA DE LA MUERTE

Por Charles Krauthammer
Viernes, 21 de agosto de 2009

Veamos si podemos sostener un debate serio sobre la consejería acerca del final de la vida.

Podríamos comenzar pidiéndole a Sarah Palin que abandone la sala. No tengo nada contra ella. Ella cuenta con un extraordinario talento político. Pero la realidad es que en los Proyectos de Ley de Atención a la Salud de los Demócratas no existen “paneles de la muerte” y decir que los hay lo que haría es rebajar el nivel del debate.

También debemos decirle a los defensores de la célebre sección 1233 del Proyecto de Ley H.R. 3200 que no es tan benigna como ellos pretenden, ya que ofrecer reembolsos del gobiernos a los médicos que den consejería sobre el final de la vida, ya sea que el paciente lo solicite o no, crearía un incentivo para que tal conversación se produjera.

¿Cómo se imagina que sería ese tipo de charla? ¿Cree usted hablará sin parar acerca del nuevo descubrimiento tecnológico multimillonario que puede prolongarle la vida por otros seis meses al paciente ya sin esperanzas? ¿O piensa que hablará, tal y como lo expresa específicamente el proyecto de ley, acerca de la atención en el hospicio, del cuidado para hacer más soportable el dolor y de otras formas de terminar con la vida?

No, dicen sus defensores. Sólo se trata de que los médicos hablen con usted acerca de establecer un testamento en vida y otros documentos de ese tipo. ¿Realmente? Pues entonces comencemos por analizar la eficacia real de un testamento en vida. Cuando usted ya está viejo, enfermo y se encuentre internado sin poderse levantar en una cama de la Unidad de Cuidados Intensivos por sufrir de una neumonía por pseudomonas y debe tomar una decisión entre a) someterse a un largo tratamiento con antibióticos o b) permitir que la infección que los oncólogos llaman “el amigo del anciano” se lo lleve al otro mundo, en ese momento será que el médico le preguntará que es lo que desea hacer, sin importar qué tipo de documento usted haya firmado cinco años atrás.

Constantemente a usted le están repitiendo cuán importante resulta que redacte su testamento en vida con años de antelación. Pero la pregunta importante es lo que usted desea al final, cuando enfrente a la muerte, no lo que usted opinaba en algún momento en el pasado cuando sano y despreocupado, estaba sentado en el despacho de su abogado y apenas le dedicaba un pensamiento lejano a la posibilidad de encontrarse viviendo una vida en el dolor y la merma de sus capacidades.
Pues bien, en la medida en que el dolor y la merma de sus capacidades entren a formar parte de su vida a la vez que envejece paulatinamente, sus cálculos cambian y aumenta su resistencia al dolor. Probablemente en la Unidad de Cuidados Intensivos, usted tendrá una perspectiva diferente para ver esos aspectos de la vida.

Mi propio testamento en vida, al que siempre he considerado más un documento literario que legal, dice básicamente: “He tenido algunos buenos episodios en mi vida, gracias. Si sufro de cualquier cosa más grave que un uñero, desenchufen la máquina”. Nunca lo he tomado muy en serio, porque a menos que me encuentre en estado comatoso o demente, ellos me van a preguntar en ese momento si quiero ser o no resucitado si entro en un paro cardiaco. El documento que firmé años atrás no contará para nada.

Y si estoy totalmente fuera del mundo, mi familia será la que decida, con poca o ninguna referencia a mi testamento en vida. ¿Por qué? Les pongo un ejemplo: Cuando mi padre estaba muriendo, mi madre, mi hermano y yo tuvimos que decidir hasta dónde llegar con el tratamiento. ¿Cuál era la mejor manera de interpretar los deseos de mi padre? ¿Los puntos que marcó en un formulario en un excelente día de verano antes de la enfermedad, o lo que nosotros; que lo conocíamos íntimamente durante décadas, pensábamos que él querría? La respuesta resulta obvia.

A excepción de que vivamos en la orfandad de la demencia, el testamento en vida no tiene sentido. En el único caso en que el mismo puede jugar un papel esencial es en el supuesto caso que exista una familia fraccionada en la que haya aquellos que sólo esperan a que usted muera para echarle mano a su dinero. Esa es la parte buena que tiene el proyecto de ley: brindarle protección contra el asesinato y el robo. Pero ello está muy lejos de asegurarle que el final de su vida será con toda la paz que usted desea; que es lo que la mayor parte de las personas piensan que es el propósito de los testamentos en vida.

De manera que ¿por qué establecer en una ley que Medicare pague a los médicos por hacer ese tipo de consejería? Porque es sabido que si esta autoridad revestida de blanco, que escogió curar y sanar a los pacientes por vocación, la que le hace aceptar en su mente el hospicio y la atención sólo para hacer más soportable el dolor, le empujaríamos sutilmente a que deje que las cosas sigan su curso sin hacer nada para cambiarlo.

No es una atrocidad. No se trata de ningún panel de la muerte. Pero sí una presión sutil ejercida por la sociedad a través de su médico. Y cuando está incluida en una Reforma del Cuidado de la Salud, cuyo objetivo principal es bajar los costos a largo plazo, hay que ser tonto o un truhán para negar que su propósito es conducir suavemente al paciente en una determinada dirección: la de la esquina de la habitación del enfermo donde espera de pie una figura fantasmal con una guadaña en la mano que le ofrece liberarlo del sufrimiento.

(Traducción y revisión de Diego Rodriguez-Arche y Aaron Mayer)

1 comentario:

Isis dijo...

Nobama y Krauthammer, siempre con el buen mazo dando.
Saludos,