Gracias al esfuerzo de nuestros colegas Diego Rodriguez-Arche y Aaron Mayer, podemos brindarle a nuestros lectores la traducción al español del discurso pronunciado ayer por el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu. Discurso histórico, directo, ponderado y valiente. Que en un lenguaje sencillo pone de manifiesto claramente, lo que el lleno de errores históricos y de torceduras intencionadas de Barack Hussein Obama, jamás dijo en El Cairo. La comparación se hace inevitable y será objeto de un análisis en Nobama. Sin más, el discurso de Bibi Netanyahu:
Honorables invitados, ciudadanos de Israel.
La Paz ha sido siempre el deseo de nuestro pueblo. Nuestros profetas tuvieron una visión de paz, nos saludamos entre nosotros deseándonos paz, nuestras plegarias finalizan con la palabra paz. En la noche de hoy nos encontramos en el centro dedicado a dos líderes que fueron pioneros en la búsqueda de la paz: Menachem Begin y Anwar Sadat y nosotros compartimos su sueño.
Hace dos meses y medio, presté juramento como Primer Ministro de Israel ante el Knesset. Prometí que establecería un gobierno de unidad y eso hice. Creía entonces y todavía lo creo así, que ahora necesitamos estar más unidos que nunca.
En la actualidad nos enfrentamos a tres enormes retos: La amenaza iraní, la crisis financiera y promover la paz.
La amenaza iraní todavía permanece frente a nosotros con toda su fuerza, como quedó bien claro ayer. El mayor peligro tanto para Israel, como para el Medio Oriente y toda la humanidad, es el encuentro entre el extremismo islámico y las armas nucleares. Durante mi visita a Washington, discutí este asunto con el Presidente Obama y lo discutiré con los líderes europeos cuando los visite la semana próxima. Durante años he trabajado sin descanso en la formación de un frente internacional contra un Irán que se arme con armamentos nucleares.
En relación con la crisis financiera mundial, actuamos de inmediato para traer cierta estabilidad a la economía israelí. En el gobierno aprobamos un presupuesto para dos años el cual será aprobado muy pronto en el Knesset.
El segundo reto, más bien el tercero, que enfrentamos en la actualidad es el importante reto de promover la paz. Esto también lo discutí con el Presidente Obama. Yo apoyo decididamente la idea de paz regional que él propone. Yo comparto el deseo del presidente de los Estados Unidos de lograr el establecimiento de una nueva era de reconciliación en nuestra región.
Lo discutí en mis reuniones con el Presidente Mubarak en Egipto y con el Rey Abdullah en Jordania, para lograr la ayuda de estos líderes en esfuerzo de ampliar el círculo de la paz en nuestra región.
Me dirijo esta noche a los líderes de las naciones árabes y les digo: Encontrémonos. Hablemos sobre la paz. Hagamos la paz. Estoy dispuesto a que nos encontremos en cualquier momento en cualquier sitio, ya sea Damasco, Riyadh, Beirut y también en Jerusalén.
Y hago un llamamiento a los líderes de los países árabes a que nos reunamos todos, incluyendo a los palestinos, para promover la paz económica. La paz económica no sustituye a la paz, pero es un componente muy importante para alcanzarla.
Juntos podemos emprender proyectos que puedan vencer los problemas que enfrenta nuestra región. Por ejemplo, la desalinización del agua. Y podemos utilizar las ventajas de nuestra región, como aumentar al máximo el uso de la energía solar, o utilizar nuestras ventajas geográficas para tender oleoductos; oleoductos hacia África y Europa. Juntos podemos llevar a cabo las iniciativas que veo en el Golfo Pérsico, las cuáles maravillan al mundo entero e incluso con las que yo mismo me maravillo. Yo hago un llamado a los talentosos empresarios del mundo árabe, para que vengan e inviertan aquí, para ayudar a los palestinos y a nosotros, para darle a la economía un nuevo comienzo. Juntos podemos desarrollar zonas industriales, podemos crear miles de empleos y patrocinar el turismo que atraería a millones, personas que desean caminar sobre las huellas de la historia, en Nazareth y Belén, en las alturas de Jericó y en las murallas de Jerusalén, en las orillas del Mar de Galilea y en el sitio bautismal del Jordán. Aquí existe un enorme potencial para desarrollar el turismo. Sólo se necesita que ustedes estén de acuerdo en que trabajemos juntos.
Me dirijo a ustedes, nuestros vecinos palestinos y al liderazgo de la Autoridad Palestina. Comencemos de inmediato negociaciones de paz sin condiciones previas. Israel está comprometido con los acuerdos internacionales y espera que todas las partes cumplan con sus obligaciones.
Yo les digo a los palestinos: Deseamos vivir en paz con ustedes, con buenas y tranquilas relaciones de vecindad. Queremos que nuestros hijos y los de ustedes ‘no conozcan nunca más la guerra’.
No queremos que padres y esposas, hijos e hijas, hermanos y hermanas, conozcan la pena del luto. Queremos que nuestros hijos sueñen con un futuro mejor para la humanidad. Queremos que tanto nosotros como nuestros vecinos dediquemos nuestros esfuerzos al uso de ‘arados y hoces’ y no al uso de ‘espadas y lanzas’… Yo conozco el terror de la guerra, he participado en batallas, he perdido buenos amigos que han caído, perdí un hermano. He visto de cerca, muchas veces, la pena que embarga a las familias en duelo. No deseo la guerra. Nadie en Israel desea la guerra.
Estrechémonos las manos y trabajemos juntos en paz, juntos con nuestros vecinos. No existe límite alguno para el florecimiento y el crecimiento que podemos alcanzar ambos pueblos; en la economía, en la agricultura, en el comercio, el turismo, la educación… Pero por encima de todo, en nuestra capacidad de brindar a nuestras generaciones más jóvenes, la esperanza de vivir en un lugar que sea bueno vivir en él, una vida de trabajo creativo, una vida pacífica interesante, de oportunidad y esperanza.
Amigos, con las ventajas tan claras de la paz, tan obvias, debemos preguntarnos ¿por qué la paz está tan lejana para nosotros, aunque tengamos nuestras manos extendidas hacia ella? ¿Por qué este conflicto que dura ya más de 60 años? Para terminarlo, debemos dar una respuesta genuina y sincera a la siguiente pregunta: ¿cuál es la raíz del conflicto? En su discurso en el Congreso Sionista de Basilea, refiriéndose a su gran visión de una Patria para el Pueblo Judío, Theodor Herzl, el visionario del Estado de Israel, dijo: Esto es tan grande, que debemos hablar acerca de ello sólo de la forma más sencilla posible.
Ahora estoy pidiendo que cuando hablemos del enorme desafío de la paz, debemos hacerlo de la forma más sencilla posible, utilizando las palabras que usan las personas normalmente. Aún cuando tengamos nuestra vista puesta en el horizonte, debemos tener los pies en la tierra, enraizadas firmemente en la verdad. La verdad simple es que la raíz del conflicto ha sido y continúa siendo, el rechazo a reconocer el derecho del Pueblo Judío a su propio estado en su patria histórica.
En 1947 cuando las Naciones Unidas propusieron el Plan de Partición para un Estado Judío y un Estado Árabe, todo el mundo árabe rechazó la propuesta, mientras que la comunidad judía la aceptó con gran regocijo y bailó de alegría. Los árabes rechazaron la creación de cualquier Estado Judío, con frontera alguna.
Quienquiera que piense que la continuada hostilidad hacia Israel es el resultado de la presencia de nuestras fuerzas en Judea, Samaria y Gaza confunde causa con efecto. Los ataques contra nosotros comenzaron en los años 20, y se convirtieron en un ataque generalizado en 1948, cuando se constituyó el estado, continuaron en los años 50 con los ataques de los fedaayyins y alcanzaron su clímax en 1967 en la víspera de la Guerra de los Seis Días, con el intento de estrangular a Israel. Todo esto sucedió cerca de 50 años antes de que un solo soldado israelí fuera a Judea y Samaria.
Para nuestra alegría, Egipto y Jordania abandonaron ese círculo de hostilidad. Firmaron acuerdos de paz con nosotros, los que pusieron fin a su hostilidad hacia Israel. Lo cual trajo la paz.
Con gran pesar nuestro, vemos que lo mismo no sucede con los palestinos. Mientras más nos acercamos a un acuerdo de paz con ellos, más se alejan ellos mismos de la paz. Plantean nuevas demandas. No nos demuestran que quieren terminar con el conflicto.
Muchas buenas personas nos dicen que la retirada es la clave para la paz con los palestinos. Pero la realidad es que todas nuestras retiradas fueron seguidas de grandes olas de terroristas suicidas cargados de bombas.
Hemos intentado la retirada por acuerdo, la retirada sin que medie acuerdo alguno, hemos intentado la retirada parcial y la retirada total. En 2000 y una vez más el año pasado, el Gobierno de Israel, basándose en su buena voluntad, intentó una casi retirada completa, a cambio de la terminación del conflicto y fuimos rechazados dos veces.
Nos retiramos hasta el último centímetro de la Franja de Gaza, eliminamos docenas de asentamientos y sacamos a miles de israelíes de sus hogares. Lo que recibimos a cambio fue una lluvia de misiles sobre nuestras ciudades, nuestros pueblos y nuestros hijos. El argumento de que la retirada acercará más la paz, no resiste la prueba de la realidad.
Con Hamas en el sur y Hizbullah en el norte, ellos siguen diciendo que desean ‘liberar’ Ashkelon en el sur y Haifa y Tiberias. Hasta los moderados entre los palestinos no están listos para decir las cosas más simples: El Estado de Israel es la patria nacional del Pueblo Judío y así permanecerá.
Amigos, para lograr la paz necesitamos coraje e integridad de parte de los líderes de ambos lados. Yo hablo hoy con coraje y honestidad. Necesitamos coraje y sinceridad no sólo en el lado israelí: necesitamos que el liderazgo palestino se levante y diga simplemente: “Ya basta con este conflicto. Reconocemos el derecho del Pueblo Judío a un estado en su propia tierra. Viviremos uno junto al otro en paz verdadera”. Estoy deseoso de que llegue ese momento.
Queremos que ellos digan las cosas más sencillas a nuestro pueblo y a su pueblo. Ello abrirá entonces las puertas para resolver otros problemas, sin importar lo difícil que sean. La condición fundamental para terminar el conflicto es el reconocimiento público, vinculante y sincero de la patria del Pueblo Judío por parte de los palestinos.
Para que esto tenga un sentido práctico, necesitamos un acuerdo claro para resolver el problema de los refugiados palestinos fuera de las fronteras del Estado de Israel. Como es claro para todos, la exigencia de asentar a los palestinos dentro de Israel, contradice la continuación de la existencia del Estado de Israel como el estado del Pueblo Judío. Debemos resolver el problema de los refugiados árabes. Y creo que es posible resolverlo. Porque nosotros lo hemos probado al resolver un problema similar. El pequeño Israel asimiló a cientos de miles de refugiados judíos provenientes de los países árabes, los que fueron arrancados de sus hogares.
Por lo tanto, la justicia y la lógica nos dicen que el problema de los refugiados palestinos debe resolverse fuera de las fronteras del Estado de Israel. Aquí existe un amplio acuerdo nacional acerca de ello.
Creo que con buena voluntad e inversión internacional podemos resolver este problema humanitario de una vez y por todas. Amigos, hasta ahora he hablado acerca de la necesidad de que los palestinos reconozcan nuestros derechos. Ahora hablaré de la necesidad de que nosotros reconozcamos los derechos del pueblo palestino.
La conexión del Pueblo Judío con la Tierra ha estado presente por más de 3,500 años. Judea y Samaria, los lugares donde nuestros antepasados Abraham, Isaac y Jacob caminaron; nuestros antepasados David, Salomón, Isaías y Jeremías… esta no es una tierra extranjera, esta es la Tierra de nuestros Antepasados.
El derecho del Pueblo Judío a un estado en la Tierra de Israel no surge de la serie de desastres que sufrió el Pueblo Judío por más de 2,000 años: persecuciones, expulsiones, pogromos, libelos sangrientos, asesinatos, los cuales alcanzaron su clímax con el Holocausto, una tragedia sin precedentes en la historia de las naciones. Están aquellos que dicen que sin el Holocausto el Estado no se habría creado, pero yo digo que si el Estado de Israel se hubiera establecido a tiempo, el Holocausto no habría tenido lugar. Las tragedias motivadas por el desamparo del Pueblo Judío muestran de forma bien clara que necesitamos un estado que nos proteja.
El derecho a establecer nuestro estado soberano aquí, en la Tierra de Israel, está dado por un hecho bien simple: Eretz Israel es el lugar de nacimiento del Pueblo Judío.
Como dijera nuestro primer Primer Ministro David Ben Gurion, en la promulgación del Estado, el Estado de Israel se estableció aquí en Eretz Israel, donde el Pueblo de Israel creó el Libro de Libros y se lo dio al mundo.
Pero amigos, aquí debemos decir toda la verdad. La verdad es que en el área de nuestra patria, en el corazón de nuestra Patria Judía, ahora vive una amplia población de palestinos. Nosotros no queremos dirigirlos. Nosotros no queremos dirigir sus vidas. No queremos imponerles nuestra bandera y nuestra cultura. En mi visión de la paz, veo dos pueblos libres viviendo uno junto al otro en esta pequeña tierra, con buenas relaciones de vecindad y respeto mutuo, cada uno con su bandera, himno y gobierno, con ninguno de ellos amenazando la seguridad y la existencia de su vecino.
Esos dos hechos: nuestro vínculo con la Tierra de Israel y los palestinos que aquí viven, han creado profundos desacuerdos dentro de la sociedad israelí. Pero la verdad es que la unidad es mayor que el desacuerdo.
He venido aquí esta noche para hablar acerca del acuerdo y seguridad que cuenta con amplio consenso dentro de la sociedad israelí. Esto es lo que guía nuestra política. Esta política debe tener en cuenta la situación internacional. Debemos reconocer los acuerdos internacionales, pero también principios importantes para el Estado de Israel. Hablo esta noche acerca del primer principio: reconocimiento. Los palestinos deben reconocer verdaderamente a Israel como el estado del Pueblo Judío. El segundo principio es la desmilitarización. Todas las áreas en manos palestinas deben ser desmilitarizadas, con sólidas medidas de seguridad. Sin esta condición, existe un temor real de que existirá un estado palestino armado que se convertirá en una base terrorista contra Israel, como ha sucedido en Gaza. No queremos misiles cayendo sobre Petah Tikva, o Grads, o en el aeropuerto internacional Ben-Gurion. Queremos la paz.
Y para asegurar la paz, no queremos que ellos traigan misiles o cohetes o que tengan un ejército, o control del espacio aéreo, o que hagan tratados con países como Irán, o con Hizbullah. Existe amplio consenso acerca de este punto en Israel. No se puede esperar que aceptemos un estado palestino sin la certeza de que estará desmilitarizado. Ello resulta crucial para la existencia de Israel. Nosotros debemos velar por nuestras necesidades de seguridad.
Esa es la razón por la que estamos pidiendo a nuestros amigos en la comunidad internacional, encabezados por los Estados Unidos, lo que es necesario para nuestra seguridad: que en cualquier acuerdo de paz, el área palestina debe estar desmilitarizada. No ejército, no control del espacio aéreo. Medidas reales y eficaces para evitar la llegada de armamentos, no lo que está sucediendo actualmente en Gaza. Los palestinos no pueden firmar tratados militares.
Sin esto, tarde o temprano, tendremos otro Hamastán. No podemos aceptar esto. Israel debe gobernar su propio destino y su propia seguridad. Yo le dije al Presidente Obama en Washington: si tenemos garantías de desmilitarización y si los palestinos reconocen a Israel como el Estado Judío, estamos listos para una acuerdo real de paz, un Estado Palestino desmilitarizado junto al Estados Judío. En cualesquiera arreglo permanente que discutamos, Israel necesita fronteras defendibles, manteniendo a Jerusalén como capital unida de Israel.
Los asuntos territoriales se discutirán en un acuerdo permanente. Hasta entonces no tenemos intención de construir nuevos asentamientos o separar tierra para nuevos asentamientos. Pero existe la necesidad de que la gente viva vidas normales y dejar que los padres y las madres críen a sus hijos como todas las personas en el mundo. Los colonos no son enemigos de la paz. Ellos son nuestras hermanos y hermanas.
Amigos, desde mi punto de vista, la unidad entre nosotros resulta vital y la unidad ayudará a la reconciliación con nuestros vecinos. La reconciliación debe comenzar ahora. Un gobierno palestino fuerte, fortalecerá la paz. Si ellos realmente desean la paz y educan a sus hijos para la paz y dejan de incitarles en el odio, nosotros por nuestra parte haremos todos los esfuerzos, para garantizarles libertad de movimiento y facilidad de acceso, facilitando así sus vidas y ello ayudará a lograr la paz.
Pero por encima de todo, ellos deben decidir. Los palestinos deben decidir entre el camino de la paz y el camino de Hamas. Ellos deben vencer a Hamas. Israel no se sentará en una mesa de conferencias con terroristas que buscan su destrucción.
Hamas ni siquiera muestra la buena voluntad de permitir a la Cruz Roja que visite a nuestro soldado secuestrado Gilad Shalit, quien ha estado en cautiverio desde hace tres años, separado de su familia y de su país. Queremos traerlo de vuelta entero y bien.
Con la ayuda de la comunidad internacional, no hay razón para que no tengamos paz. Con la ayuda de los Estados Unidos, podemos lograr lo increíble. En 61 años, con amenazas constantes a nuestra existencia hemos logrado muchísimo. Increíblemente nuestros microchips hacen funcionar las computadoras del mundo, hemos hallado curas para enfermedades incurables. La irrigación israelí por goteo riega tierras áridas en todo el mundo. Los investigadores israelíes hacen descubrimientos científicos mundiales. Si nuestros vecinos sólo trabajaran por la paz, podríamos alcanzar la paz.
Hago un llamado a los líderes árabes y a los líderes palestinos: Sigamos el camino de Menachem Begin y Anwar Sadat, Yitzhak Rabin y el Rey Hussein. Sigamos el camino del Profeta Isaiah, quien habló hace miles de años: "ellos deben convertir sus espadas en arados y no conocer la guerra nunca más". No conozcamos nunca más la guerra. Conozcamos la paz.
Traducción y cotejo: Diego Rodriguez-Arche y Aaron Mayer
lunes, 15 de junio de 2009
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