jueves, 9 de octubre de 2008

El glamour, el arribismo, Barack Hussein Obama y el Imperio Romano



Filipo el Arabe
VICENTE ECHERRI
Si las encuestas de opinión son de fiar, el próximo 20 de enero al mediod&$237;a bien que podríamos oír: “I, Barack Hussein Obama, solemnly swear…” y esos solos nombres, advenidos de los hondos traspatios del tercer mundo con un inconfundible tufo de barbarie, que el presidente electo habría de repetir con su mano en la Biblia, constituyen, en mi opinión, el signo de una escandalosa transformación, acaso la más grande que haya podido darse en este país desde que se fundara. Casi no tengo que decir que esa transformación no me entusiasma.
Nunca antes en la historia de los Estados Unidos, el arribismo facilista y la “cultura” del glamour han conspirado tan descaradamente para fabricarnos a un candidato presidencial y su inevitabilidad. Esto, desde luego, es sólo parte de la culpa; la otra es de una sociedad donde este fenómeno de improvisación parece adecuarse perfectamente a los criterios de ligereza y de frivolidad que permean toda la realidad. Obama es un chiste que pertenece más al ámbito de un programa de entretenimiento como American Idol que al terreno de la política donde ahora compite con ventaja por la silla más poderosa del mundo. Si alguien duda de la crisis de esta nación – –y de Occidente– – la presencia de Obama en la boleta electoral puede certificarlo. Su elección sólo serviría para reafirmar el diagnóstico.

Nobama recomienda la lectura de este artículo aparecido hoy en El Nuevo Herald como uno de los más lúcidos análisis sobre lo que representaría una presidencia de Obama para el futuro de este país y de la democracia.

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