Así se expresaba un personaje mexicano en una vieja película del oeste, cuando le advertía al héroe que debía cuidarse porque la muerte podría llegarle desde la frontera. Y eso mismo habría que advertirle hoy al Gobierno y al Pueblo hondureños, ya que el Castrochavista Zelaya-Godot dijo anoche desde Managua: “Voy a las fronteras” y que establecerá “su puesto de mando” en la ciudad fronteriza nicaragüense de Estelí. Tras el ya esperado fracaso del Acuerdo de San José que propuso el Presidente de Costa Rica, Óscar Arias, ha llegado el momento tan estratégicamente planeado por los Castro, Chávez, Ortega, etc. y en el que Zelaya desempeñará el triste papel de marioneta-mártir en este sainete político orquestado desde La Habana y Caracas.
La mediación de Arias estaba condenada al fracaso por varias razones evidentes para cualquier observador verdaderamente imparcial, pero la fundamental es que la misma padecía de una suerte de esquizofrenia jurídico-política congénita y así lo demuestran los famosos siete puntos, finalmente 12, para la solución del conflicto en que se basa el llamado Acuerdo de San José.
Este documento es simplemente una aberración jurídica cuya puesta en práctica es imposible por su total pérdida de la percepción de la realidad en Honduras y de los propósitos de quienes han estado manipulando los acontecimientos tras bambalinas y poseen la autoría del guión. Una de las marionetas que ha jugado un papel destacadísimo es José Miguel Insulza, Secretario General de esa entelequia desprestigiada que es la OEA, quien al ver que su pretensión de convertirse en Presidente de Chile era sólo una quimera, le entregó la organización al Gorila Rojo de Venezuela y a sus acólitos, para reelegirse en el cargo de Secretario General. Este será el primer gran responsable de la sangre que pudiera correr en Honduras. A la par estarán los sospechosos de siempre ya mencionados y uno nuevo que se incorpora al conjunto, el Presidente norteamericano Barack Hussein Obama, a quien no creemos le importe mucho tener un poquito más de sangre en sus manos, después de lo ocurrido en Irán. En definitiva como hemos dicho otras veces, “que le importa al tigre una raya más”. Él y su Secretaria de Estado, Hillary Clinton, también serán responsables de los hondureños que mueran, por haber hecho oídos sordos a los argumentos jurídicos expresados por los Poderes legalmente constituidos en Honduras.
En toda esta Ópera Bufa, hay un personaje que provoca vergüenza ajena: Óscar Arias. Quisiéramos poder otorgarle el beneficio de la duda al Premio Nobel, pero mientras más nos adentramos en sus palabras introductorias al llamado Acuerdo de San José y a las propuestas contenidas en el mismo, no nos queda otra posibilidad que concluir que o Arias es de una ingenuidad tal que raya en la tontería o ha llegado a la conclusión que el Socialismo del Siglo XXI es inevitable y quiere facilitar una transición lo más pacífica posible hacia el mismo. Y cómo no habría de creerlo si hasta la administración norteamericana ha desempeñado un papel de comparsa en la tragicomedia orquestada desde La Habana.
Así, Arias llegó a su propuesta de los 7 puntos recogidos hoy en el impracticable Acuerdo de San José. Impracticable, principalmente, porque la pretensión de que Zelaya regrese a la Presidencia es inconcebible e inaceptable para las autoridades constitucionales de Honduras y porque, además, coloca como garante, de verificadora de su cumplimiento a la OEA, cuya parcialización en el caso determinó que se nombrara mediador al Presidente Arias. Sería como dice el dicho, “poner a la Zorra a cuidar del gallinero”.
La primera aberración jurídica la contiene el primer punto cuando habla de un Gobierno de Unidad Nacional y expresa que ello debe hacerse de acuerdo con el artículo 246 de la Constitución hondureña, pero omite, soslaya más bien, lo que el artículo 245 establece como prerrogativa del Presidente: el nombramiento de las personas que ocuparán las Secretarías de Estado que manda el artículo 246. ¿Alguien cree realmente que Zelaya aceptaría nombrar ministros que no le fueran leales? ¿Cómo podría determinarse, sin violar la Constitución, a qué bando le corresponde cuál? ¿Quién determinaría las personas que ocuparían, por ejemplo, las Secretarías de Defensa y de Gobernación y Justicia? Esto se convertiría en el “cuento de la buena pipa” y con Zelaya lanzándose a la calle con sus seguidores como hizo para secuestrar las urnas en una base militar. Además, ya para entonces, por las fronteras de Honduras habrían cruzado suficientes emisarios del Alba para apoyar a Zelaya.
En cuanto a la llamada Amnistía para los delitos políticos, esta sería inaplicable porque está viciada de principio al calificar de delito político equivalente a las numerosas violaciones de la Constitución cometidas por Zelaya, las acciones tomadas por el resto de los Poderes Constitucionales, Tribunal Supremo y Congreso, para restablecer la legalidad constitucional violada por el depuesto Presidente.
El punto 3 referido a la renuncia a Convocar a una Asamblea Constituyente o un referéndum para Reformar la Constitución, parece un chiste de mal gusto con las experiencias ya vividas en Venezuela, Bolivia, Ecuador y las proyectadas en Nicaragua.
El adelanto de las elecciones en este contexto resulta irrelevante. ¿Alguien piensa realmente que se realizarán, habiendo escuchado a Zelaya insistir en sus planes? ¿Quién sería el garante de que, por ejemplo, Zelaya no prosiguiera con sus planes de disolver el Congreso? ¿Qué sucedería si las Fuerzas Armadas no obedecen al Presidente y deciden defender la Constitución? No hay que tener mucha imaginación para ver que ese sería el inicio de la famosa guerra civil que según Zelaya, ya comenzó en Honduras.
El punto 6 es el que determinaría el retorno de Zelaya a la Presidencia y para ello se basa en los artículos 202, 205, incisos 9 y 11 (este último no existe, al menos en la versión de la Constitución consultada por Nobama), y 236. Soslayando de forma torticera que ese mismo artículo 205, establece en su inciso 20, la reprobación del Poder Ejecutivo y además obvia y no menciona en ninguna parte del documento, la violación de los artículos comprendidos en el Título VII acerca de la Reforma e Inviolabilidad de la Constitución, sobre todo los artículos 373 y 374, cuya violación por parte de Zelaya dieron lugar a la presente situación por la que atraviesa la nación hondureña.
Todo el llamado Acuerdo de San José, parte del falso presupuesto de que lo ocurrido en Honduras fue un Golpe de Estado que rompió la legalidad constitucional del país, cuando en realidad fue todo lo contrario. Que los militares nunca debieron expulsar del país a Zelaya, sino arrestarlo y someterlo a juicio por sus delitos, es algo que las autoridades hondureñas deben enfrentar y situar las responsabilidades donde correspondan, independientemente de las buenas intenciones que pudieran haber tenido para evitar la violencia y la muerte de ciudadanos inocentes.
De ahí que en el principio califiquemos al documento y a la actuación de Óscar Arias como una manifestación de esquizofrenia jurídico-política congénita. El Presidente Arias le ha propinado el mismo, un golpe irreversible a su prestigio y credibilidad al hacerse cómplice, voluntario o involuntario, de esta bufonada originada en La Habana y Caracas y que cuenta con la bendición de Washington.
Esperemos que el Gobierno y el Pueblo de Honduras comprendan que se han convertido en El Álamo de Centroamérica para parar al Socialismo del Siglo XXI.
Nobama
Nueva York, 23 de julio de 2009
Update:
El Pro-consul Castrochavista Insulza afirmó que la OEA no reconocerá ningún gobierno que surgiera de las elecciones de noviembre si para entonces el país centroamericano sigue suspendido del organismo continental.
Veremos si el resto de los países del mundo siguen prestándose a la vil maniobra orquestada desde La Habana y Caracas con la bendición de Washington. Sólo el pueblo hondureño y sus instituciones legalmente constituidas pueden derrotar a esta desvergonzada conjura.
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1 comentario:
As usual, un estupendo análisis.
Gracias, Nobama.
Saludos,
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